Oriente medio : una eterna encrucijada - page 34

Gilberto Aranda y Luis Palma
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nombre de Mehmed V. Al mismo tiempo estos jóvenes revolucionarios
impulsaron un nacionalismo turco, aunque el idioma oficial dentro del
imperio había sido el turco, el idioma árabe se había mantenido dentro de
la gran masa de árabes otomanos, además, como el árabe era la lengua de
la religión, esta era predominante en la educación. Los «Jóvenes Turcos»
ahora aspiraban a modificar este heterogéneo imperio en una nación con
un solo idioma. El idioma turco fue obligatorio como ramo de enseñanza
en cada escuela, también fue obligatorio en los tribunales y las calles de
todas las ciudades tuvieron que ser señaladas en idioma turco.
Por su parte, Grecia, Serbia y Bulgaria –que había obtenido su inde-
pendencia en 1908–, ante el temor que los «Jóvenes Turcos» podrían in-
tentar recuperar los territorios perdidos en los Balcanes, acordaron una
alianza secreta y, en octubre de 1912, iniciaron una guerra contra Tur-
quía, logrando una rápida victoria en diciembre de ese año. El reparto de
los territorios obtenidos con la derrota de los turcos provocó, entre los
aliados balcánicos, un conflicto conocido como la Segunda Guerra
Balcánica. Turquía pudo recuperar una porción de la Macedonia y la
ciudad de Edirne, pero Creta y gran parte de las islas del mar Egeo fueron
cedidas a Grecia, prácticamente la presencia del Imperio Otomano en
Europa había desaparecido.
En cuanto a la situación en las provincias (
vilayets
) árabes, estas polí-
ticas de nacionalismo turco habían generado un profundo estímulo del
sentimiento del Arabismo entre los árabes otomanos. «Esto estaba lejos
del nacionalismo secular árabe el cual emergió posteriormente: tuvo sus
raíces en su orgullo del árabe como la lengua mediante la cual Dios habló
al mundo a través de su Profeta»
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. Esta conciencia árabe había estado
sumergida, pero en ningún momento eliminada por la aceptación de la
presencia de los turcos durante tantos siglos. Esta actitud se reflejó en el
pronto surgimiento de sociedades o grupos que se formaron para proteger
los derechos de los árabes y lograr la autonomía dentro del imperio. Estas
asociaciones de carácter secreto se establecieron –primeramente– en Beirut,
Bagdad y Basora.
Dentro del imperio, el único líder árabe que estaba en condiciones de
poder negociar con las autoridades de Estambul una autonomía para los
árabes era Hussein ibn Ali, Jerife de La Meca, trigésimo séptimo en la
línea de descendencia del Profeta Mahoma y miembro de la familia
Hachemita de Arabia. Hussein custodiaba los lugares santos del Islam y
supervisaba el
hajj
o peregrinaje, a la vez, se había constituido en un
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Mansfield, Peter,
A History of the Middle East,
London, Penguin Books, 1991,
p. 129.
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