Oriente medio : una eterna encrucijada - page 36

Gilberto Aranda y Luis Palma
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evitar que llegaran al Bósforo, al Golfo Pérsico y no amenazaran sus pose-
siones en la India.
Debido a las humillaciones recibidas por las continuas derrotas, espe-
cialmente, en las dos últimas guerras balcánicas, los «Jóvenes Turcos»
decidieron tomarse el poder y el 23 de enero de 1913 formaron un triunvi-
rato compuesto por Enver Bey, Talaat Bey y Jemal Pasha poniendo fin al
desarrollo constitucional del Imperio. Enver Bey era el más pro germano
de los tres y resolvió que el ejército turco debía modernizarse, solicitando
ayuda a los alemanes. Berlín respondió rápidamente y ese mismo año
envió a Constantinopla una misión militar con setenta oficiales al mando
del General Otto Liman von Sanders, cuya tarea fue reorganizar al ejérci-
to turco y entrenarlo. También se le pidió ayuda a Londres para que orga-
nizara la armada turca, entonces el almirantazgo británico encomendó al
contraalmirante Sir Arthur Limpus para que encabezara la misión naval
en el Imperio Otomano. La cooperación anglo-turca brindó sus frutos por-
que en los astilleros ingleses la armada turca mandó a construir dos bu-
ques de guerra de la nueva clase Dreadnought, el «Sultán Osmán I» y el
«Reshadieh», cuyo propósito era restaurar su poder naval y recuperar las
islas del Egeo y del Dodecaneso que habían perdido a manos de los grie-
gos y de los italianos.
Rusia presentó su malestar a la Sublime Puerta porque consideraba
que la presencia de la misión militar a cargo del General von Sanders
representaba el nivel de una guarnición militar alemana en Constantinopla,
mientras que Francia y Gran Bretaña esperaban que en la guerra que se
aproximaba Turquía permaneciera neutral y de esta manera sus intereses
permanecerían resguardados. Sin embargo, para los británicos la
sobrevivencia del Imperio Otomano ya no era una prioridad, porque con
la alianza establecida con los rusos en 1907 sus vitales intereses en el
Golfo Pérsico habían quedado protegidos, pero sí la permanencia de este
representaba una estabilidad para la región.
La participación del Imperio Otomano junto a las Potencias Centrales
(Alemania, Imperio Austro-Húngaro e Italia) en la Primera Guerra Mun-
dial ciertamente –como señalan Stanford J. Shaw y Ezel Kural Shaw–, no
era inevitable. Gran parte de la población otomana se sentía más cerca de
Francia y de Gran Bretaña, además, existía una crítica al militarismo
alemán y miembros del Gabinete estaban a favor de la Triple Entente
(Gran Bretaña, Francia y Rusia) o en última instancia por optar por la
neutralidad. Pero estaba la figura de Enver quien –sigilosamente- preparó
la alianza con Alemania. Su razonamiento era simple: «Si la guerra se
iniciaba, Rusia podría –con toda seguridad– intentar extender sus ganan-
cias a expensas del Imperio Otomano, especialmente en el este, donde
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