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Ética en la publicación de los resultados de la investigación
dores puede adquirir sobre su trabajo. En
el caso de las revistas médicas, compete a
los editores y a los lectores entablar un
permanente diálogo con la práctica usual.
Sin renunciar a la universalidad de los
principios morales, ha de reconocerse que,
según el tiempo y el lugar, hay énfasis di-
ferentes y formas de concreción levemen-
te distintas.
El campo del diálogo se perpetúa en la le-
tra escrita y deja testimonio de una per-
durabilidad que permite reparar yerros,
pero también anticipar errores y falsas pers-
pectivas. Todo texto es un diálogo petrifi-
cado en escritura, que permanece y per-
mite la mirada repetida, la permanente
enseñanza y la continua crítica de lo que
se hizo y pudo hacerse
mejor(10).
El examen de las prácticas de publicación
médica es de suficiente importancia como
para ser objeto de proyectos continuos de
investigación social. Independientemente
de lo que los investigadores y editores di-
gan hacer, lo que realmente cuenta es lo
que finalmente queda publicado. Ese ma-
terial debe ser objeto de permanente aná-
lisis, no solamente para condenar prácti-
cas lesivas a la dignidad de las personas o
al prestigio de la investigación, sino tam-
bién porque constituye una insustituible
información sobre el “tono ético” de la
disciplina médica.
Normas éticas
La publicación determina el reconoci-
miento por parte de la comunidad cientí-
fico-médica del equipo investigador que
ha producido el estudio.
Existe la obligación ética de comunicar
los resultados de la investigación a la co-
munidad científica, en la idea de que el
conocimiento de utilidad debe ser com-
partido para que los resultados puedan
ser discutidos, valorados e incorporados
por la sociedad científica. También está
la obligación ética de hacerlo con hones-
tidad. El resguardo del carácter ético de
las publicaciones debe basarse en la edu-
cación de los investigadores sobre sus
obligaciones y compromisos. Numerosos
comités de investigación y revistas bio-
médicas exigen el cumplimiento de los
principios contenidos como requisito
para la aprobación del estudio o acepta-
ción para ser publicado.
Existen numerosos casos de fraude detec-
tados en la publicación y otros que se pa-
san por alto. Un caso notorio fue el del
Dr. Malcom Pearce, ginecobstetra inglés.
En 1995 fue hallado culpable de fraude
en la publicación de dos trabajos y de mala
conducta profesional. En 1994, el Dr.
Pearce publicó un artículo en la revista
British Journal of Obstetrics and Gynaeco-
logy,
donde aseguraba haber revisado a 191
mujeres propensas al aborto espontáneo,
las que se incluyeron en un estudio doble
ciego y aleatorizado para comparar la efec-
tividad de la gonadotropina humana con-
tra placebo para evitar un nuevo aborto.
Sin embargo, después se comprobó que
no existía ninguna paciente. Además, al-
teró los registros de computadoras del hos-
pital para crear una paciente ficticia, a la
que aseguraba haberle reubicado un em-
brión ectópico de cinco semanas de desa-
rrollo, por vía cervical
(11)
.
Es contrario a los principios éticos:
• Enviar a publicar, totalmente o en par-
te, el trabajo realizado por otros. Esto
se denomina “plagio”.
• Fabricar un informe, en parte o en su
totalidad. Esto es “fraude”.
• Alterar de cualquier forma los datos de
la investigación para que esté de acuer-
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