262 Investigación en Salud. Dimensión Ética
información y la oportunidad de difun-
dirla públicamente deben ser materia de
una discusión franca y abierta antes de
iniciar el estudio. Esto no solamente es
válido para los estudios patrocinados o fi-
nanciados por la industria. También se
aplica a quienes trabajan en institutos gu-
bernamentales o en fundaciones que se
reservan la propiedad intelectual de los
productos de sus empleados.
En los países de América Latina y el Cari-
be el problema de la comunicación públi-
ca sobre materias científicas y médicas es
tan importante como en otros lugares del
mundo. Sigue siendo válido el principio
de que no debe darse a la prensa material
que no ha sido evaluado por editores o
sometido al juicio de los pares (la llamada
“regla de Ingelfinger”). Sin embargo, no
es infrecuente escuchar el deseo de que
avances importantes puedan ser divulgados
en tiempos menores que los requeridos para
el análisis científico, especialmente si pue-
den salvar vidas o reducir sufrimiento. Al
respecto, cabe recalcar que la equidad en
el acceso a la información nunca debe con-
fundirse con propalar información insu-
ficiente o parcial
(5)
. En realidad, la fre-
cuencia con que se producen hallazgos o
noticias espectaculares es más bien baja, y
no se justifica éticamente crear expectati-
vas desmesuradas en poblaciones vulne-
rables y crédulas.
La publicación en medios electrónicos (es-
pecialmente en Internet) es, para todos los
fines, equiparable a la que se realiza en
papel y en libros. Son válidas para ella to-
das las consideraciones precedentes sobre
calidad, responsabilidad y control ético.
La relativa facilidad de acceso al medio,
unida a la posibilidad de anonimato en
materia de autoría, obligan a considerar
cuidadosamente la confiabilidad y calidad
de los sitios web. Cuando ellos sean pa-
trocinados por la industria este hecho debe
ser expresamente indicado. El medio pro-
porcionado por Internet, al permitir una
amplia interacción entre autores y lecto-
res, desdibuja el concepto mismo de au-
toría puesto que las réplicas y contrarré-
plicas pueden incorporarse al texto original
sin indicación especial y, a veces, sin con-
trol editorial adecuado. Desde el punto de
vista ético, sin embargo, los autores de-
ben estar conscientes de que su condición
de tales implica responsabilidad e indepen-
dencia, y que realizar estudios innecesa-
rios, comunicar resultados inexactos o
dudosos, o defraudar en materia de auto-
ría son transgresiones éticas que la comu-
nidad científica se esfuerza en evitar.
En los últimos tiempos, el problema de la
censura de la comunicación científica se
presenta bajo una faz diferente de la rela-
cionada con la industria y sus intereses co-
merciales. El bioterrorismo supone la ame-
naza de que individuos o grupos obtengan
conocimientos por adelantado (por ejem-
plo, en microbiología) que podrían usarse
con fines de agresión y exterminio. Aun-
que aquí intervienen consideraciones de
seguridad nacional y regulaciones propias
del estado bélico, los autores y editores tie-
nen ante sí el importante desafío de pon-
derar los riesgos y beneficios de la comuni-
cación médica y de encontrar el justo
equilibrio entre la libertad de información
y su restricción por precaución justificada.
Así, entre la academia, el Estado y la in-
dustria se teje una red de intereses que la
comunicación médica deberá considerar
en sus futuros desarrollos. Como en otros
ámbitos, también en éste el papel de las
organizaciones internacionales (la Orga-
nización Panamericana de la Salud, entre
otras) será el de equilibrar, moderar y fo-
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