Página 244 - Obras completas de don Andrés Bello: Volumen X : Derecho internacional

DE LAS HOSTILIDADES EN JENERAL 215
una intil efusin de sangre. Pero este es un punto ele que el
enemigo no puede ser juez imparcial. Esta porfiada resisten-
ca ha salvado muchas veces plazas cuya conservacin jiarecia
totalmente desesperada; por otra parte, deteniendo las armas
enemigas da temjio a la nacin invadida para juntar i poner
en movimiento sus fuerzas. No se debe, piues, mirar como ente
ramente intil la resistencia; i es mucho mas conforme a la
razn la prctica cjue hoi ri je, no solo de perdonar la vida, sino
de conceder todos los honores de la guerra al jefe i tropa en
tales casos. Una conducta contraria se reprobara como cruel i
atroz; i la intimacin de la muerte con el objeto de intimidar
a los sitiados, pasara por un insulto brbaro.
Cuando se rinde una plaza, se acostumbra castigar con la
jiena do muerte a los desertores cjue se encuentran en ella, a
menos que se haya capitulado lo contrario; pero es porque se
les considera como ciudadanos traidores a su patria, no como
enemigos. Es comn en las capitulaciones conceder al jefe
que evaca una plaza la facultad ele sacar cierto nmero de
carros cubiertos, de los cuales se sirve para ocultar a los de
sertores salvarlos.
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Las mujeres,* nios i ancianos, los heridos i enfermos, son
enemigos ejue no oponen resistencia, i jior consiguiente no hai
derecho de quitarles la vida, ni ele maltratarlos en sus perso
nas mientras que no toman las armas. Lo mismo se aplica a
los ministros del altar i a todas las profesiones pacficas. Una
severa disciplina debe reprimir los actos de violencia a que se
abandona la soldadesca desenfrenada en las pilazas cjue se to
man por asalto. Pero en nuestros chas hemos visto demasiadas
veces violada esta regla.
Despus de un combate, debe el vencedor cuidar do'los heri
dos cpue el enemigo deja en el campo de batalla. Las leyes de
la humanidad i las del honor vedan matarlos o desnudarlos.
Se ajustan a veces armisticios jiara enterrar a los muertos i
trasportar a los heridos.
* Vattel, ibdem; Schmalz, libro VI, captulo 3.