Iniciativa Latinoamericana para el avance de los Derechos Humanos de las Mujeres II - page 76

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promueva valores de equidad e igualdad de género en el diseño de las estrategias
de desarrollo que permitan una mejor distribución de los recursos materiales y
simbólicos de la sociedad. El lenguaje que se prioriza en este periodo es el de
las políticas públicas con enfoque de género bajo el horizonte referencial de la
ampliación y ejercicio de los derechos de las mujeres.
En el mismo derrotero, mujeres con trayectoria feminista ingresan al Parlamento y,
en articulación con un amplio movimiento de mujeres políticas y actoras sociales,
movilizan sus estrategias hacia el sistema político para así disputar el sentido de
la agenda de modernización estatal. Evitar que el discurso jurídico se recree en
la neutralidad del lenguaje es el punto de partida. El genérico masculino en la
formulación de la Ley se convierte así en un tema de interpelación que pone de
manifiesto una visión androcéntrica que hace de los varones el paradigma de
lo humano y el sujeto simbólico de los derechos de ciudadanía. Tanto la Ley de
Participación Popular como la Reforma Educativa, van a convertirse en tributarias
de las necesarias reformas lingüísticas, a la vez que utilizan principios de igualdad
y equidad. La visibilización de la violencia doméstica fue, por su parte, el mayor
desafío de la década
9
.
La promulgación con rango de Ley de la “Convención para Prevenir, Sancionar
y Erradicar la Violencia contra la Mujer” (1994) y la aprobación de la “Ley
contra la Violencia intrafamiliar o Doméstica” (1994), van a ser la expresión más
emblemática de “lo personal es político” y un modo de concebir la democracia
10
que impulsa la incipiente institucionalidad feminista. Devolver su dimensión
política a las relaciones en el seno de la familia permitió desdoblar la agenda
política y complejizar el vínculo entre público y privado. Cuando el feminismo
iluminó la textura de la vida cotidiana para la democracia, utilizando el lema
“democracia en el país y la casa”
11
, logró poner en el debate público el tema de los
derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, sacar el aborto de manos de la
Iglesia y afirmar los cuerpos de las mujeres como territorios autónomos. Señalar la
centralidad del propio cuerpo como el primer espacio en el que se ejerce opresión,
supuso también poner en la agenda democrática la desigualdad doméstica como
expropiación del trabajo femenino y el uso diferencial del tiempo.
En este contexto, la disputa por la ciudadanía y la democracia impulsada por el
movimiento de mujeres y feministas, pasa por ampliar la noción de poder centrado
9
VARGAS,
Op. cit.
10 PHILLIPS, Anne. Género y Teoría Democrática. Universidad Nacional Autónoma de México.
México, Instituto de Investigaciones Sociales. Programa Universitario de Estudios de Género,
1996.
11 Este lema acuñado por las feministas chilenas en su lucha contra Pinochet, es adoptado por el
resto de los feminismos de la región.
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