Oriente medio : una eterna encrucijada - page 59

Oriente medio: una eterna encrucijada
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señaló que los cristianos del Líbano no aceptarían ni siquiera un nominal
gobierno del Emir de La Meca y, por su parte, el embajador francés en
Londres, Paul Cambon, argumentó que la presencia de los franceses evita-
ría un enfrentamiento religioso, dado las diferentes sectas y grupos religio-
sos que existen en El Líbano. Finalmente los franceses lograron lo que se
propusieron, se le reconoció a Francia su control sobre el gran Líbano y su
exclusiva influencia sobre el resto de Siria, incluyendo los territorios de
Mosul. Gran Bretaña obtuvo el reconocimiento de su control sobre dos
provincias en Mesopotamia, Basora y Bagdad.
El problema se presentó con Palestina, ya que tanto franceses como
británicos estaban interesados por este territorio, después de unas negocia-
ciones acordaron que los británicos se quedarían con los puertos de Acre y
Haifa, en el norte de Palestina, pero renunciaban a Alexandretta, el puerto
el cual Kitchener deseaba construir una línea de ferrocarril hasta el Golfo
Pérsico. El resto del territorio quedaría bajo una suerte de administración
internacional. El resto de los territorios del Oriente Medio, con excepción
de Palestina y de las áreas en las cuales Francia y Gran Bretaña ejercerían
un control directo, se crearía el Estado árabe o la confederación de esta-
dos, nominalmente independientes pero en realidad dividido bajo las esfe-
ras de influencia de estas dos potencias. Los acuerdos alcanzados entre
Sykes y Picot solo entrarían en vigor cuando se produjera el levantamien-
to de los árabes. El Arab Bureau en El Cairo, no quedó satisfecho con los
términos de los acuerdos, porque el control de Bagdad y Basora, aunque
quedaban bajo la influencia británica, serían administrados por sus adver-
sarios –los ingleses del virreinato de la India– y Siria, donde se encontra-
ban las ciudades que se negociarían con el Jerife Hussein, había sido en-
tregada a Francia, perdiéndose cualquier grado de influencia. Los británi-
cos de El Cairo solo se quedaban con los áridos desiertos de Arabia. El
Acuerdo Sykes-Picot fue aprobado por los gabinetes de ambos países a
comienzos de febrero de 1916, pero sus cláusulas y su existencia como tal,
se mantuvieron en estricto secreto.
Como Rusia era parte de la alianza, el reciente acuerdo que habían
concluido franceses y británicos, decidieron darlo a conocer a los rusos,
por tal razón viajaron a San Petersburgo Picot y Sykes, sosteniendo re-
uniones con el Ministro de Relaciones Exteriores Sergei Sazanov. Sin em-
bargo, Sykes antes de su partida a Rusia había tenido un encuentro con el
jefe de la inteligencia del Almirantazgo, capitán de navío William Reginald
Hall, oportunidad en la cual, le indicó que durante sus negociaciones con
los franceses se había olvidado de los judíos, según Hall deberían ser
consultados. Sykes ignoraba el interés que existía en ciertas autoridades
británicas por la causa judía, por ello, para interiorizarse sobre el sionis-
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