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Confidencialidad en salud e investigación
to por las consecuencias significativamente
adversas de su divulgación inoportuna.
Distinguir entre lo que resulta sensible o
no para una persona implica desarrollar
actitudes empáticas. En este sentido, la éti-
ca del cuidado se propone la estructura-
ción de una relación de fidelidad entre el
profesional de la salud y el paciente, en-
tendida ésta como un compromiso inter-
no y mutuo por alcanzar el bienestar y la
recuperación de la salud
(1)
. Bajo estas
condiciones la conservación de la confi-
dencialidad no sólo garantiza el cuidado
adecuado, sino también la consolidación
de la confianza mutua. Así, la palabra
“confidencialidad” recupera en la práctica
su origen etimológico como una relación
“con” “fides” (fidelidad).
La bioética no se sustrae a las preguntas y
tensiones que genera la conservación de
la confidencialidad en la atención e inves-
tigación en salud. Por ejemplo, los avan-
ces significativos en la identificación de
mutaciones genéticas de determinadas
enfermedades ha presentado un panora-
ma paradójico: por un lado, se tiene un
avance en el conocimiento representado
por las nuevas opciones de diagnóstico
temprano y, por otro, se dispone de una
herramienta para discriminar a quienes
portan la mutación. El prudente manejo
confidencial representa el punto de equi-
librio o justo medio entre lo nuevo que se
descubre, que, además, se requiere divul-
gar, y lo nuevo que se debe guardar. En
síntesis, investigar con personas y aplicar-
les el conocimiento obtenido demanda
moralmente la conservación de la confi-
dencialidad, consustancial al respeto por
su autonomía y su dignidad humanas.
Por otra parte, la significativa demanda por
la calidad de la atención médica ha pues-
to énfasis en los rasgos que harían la rela-
ción sanitaria más “humanizada”. El ca-
rácter fundador de la confianza en el pro-
ceso terapéutico se ha visto amenazado por
las intrusiones en la confidencialidad. Los
mismos adelantos en sistematización de
datos, que buscan ahorrar tiempo y sumi-
nistrar información altamente confiable en
forma rápida y oportuna, pueden hacer
más vulnerable la protección de todo aque-
llo que, en razón del acto médico, ha sido
registrado en la historia clínica. En la ac-
tualidad, el personal de salud está expues-
to a múltiples situaciones (profesionales,
sociales, legales) que limitan la conserva-
ción absoluta de la información confiden-
cial que le ha sido depositada.
La confianza en el terapeuta permite la
expresión sincera de los síntomas, emo-
ciones y cogniciones de la persona que
consulta, los que, en general, no compar-
tiría con otras personas. Al respecto H.
Tristram Engelhardt señala: “La relación
entre el médico y el paciente se ha visto
siempre protegida, desde los albores de
la moderna medicina occidental, por un
vínculo de confidencialidad
(2)
”.
Sin embargo, las modificaciones sustancia-
les a los sistemas de salud han llevado a la
conformación de equipos de trabajo con la
participación de múltiples profesionales en
la atención de un mismo paciente y la inter-
vención de personal administrativo (audi-
tores, aseguradores, digitadores, entre otros)
en el manejo de los datos de la historia clíni-
ca. Autores como Mark Siegler han afirma-
do que, en el contexto actual, se debe hablar
de confidencialidad en medicina como un
concepto decrépito,
porque “el secreto profe-
sional, tal como ha sido tradicionalmente
entendido, ya no existe, en tanto ha perdido
vigencia respecto a la tradición y el contexto
en el que se fundaba
(3)
”.
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