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Bioética y salud pública
decisión que involucre a personas es ya una
decisión sometible a enjuiciamiento való-
rico y sanción moral
(8)
2
.
El problema de la equidad en la
distribución de recursos
El tema de la equidad es “macrobioético”
por excelencia. Está relacionado con la
distribución de poder en la sociedad. Para
el individuo, su consideración y acepta-
ción es parte de una eticidad básica de
mínimos que posibilita la convivencia,
pero no asegura la realización plena de los
ideales que las doctrinas específicas pro-
meten a sus seguidores.
Si bien cada individuo por separado no
puede lograr o garantizar la equidad, va-
lor que se realiza y perfecciona en el ám-
bito colectivo, puede no obstante recono-
cer y estimular su manifestación. Cabe
suponer que, al así hacerlo, encontrará un
sentido para ser feliz, de orden superior y
distinto al que brinda la satisfacción de
las propias necesidades. La plena felicidad
no consiste sólo en esto, sino en tener
motivos o razones para ser feliz. La satis-
facción psicológica de comportarse soli-
dariamente y hacer lo que la propia con-
ciencia dictamina como “correcto” es un
componente de la “eu-foria” y de la “eu-
daimonía”.
La solidaridad, la compasión y la simpatía
parecen ser las resonancias individuales del
principio de equidad. Su existencia y de-
sarrollo garantizan el sustento individual
y la aceptación tácita de aquellas decisio-
nes “macro” (políticas) que contribuyen a
la equidad, aun cuando para el individuo
no sean gratas. Así, por ejemplo, una per-
sona con recursos más que suficientes
para pagar un servicio “óptimo” de salud
puede aceptarlo en las mismas condicio-
nes que otros ciudadanos, si admite que,
con ello, maximiza mayor bien para un
mayor número.
La solidaridad, como señalaba Durkheim,
tiene dos formas. En una (la horizontal),
el semejante ayuda al semejante. Es la que
más se aproxima a la acepción corriente
del término. Su relación con el logro del
macro-valor “equidad” consiste en la com-
pensación directa de las deficiencias del
otro, respetando su diversidad, pero po-
niéndola entre paréntesis. La parábola del
buen samaritano enseña precisamente eso.
La solidaridad vertical es más compleja.
Consiste en la fusión de las voluntades
individuales en torno a la autoridad. Pue-
de ser la autoridad divina, la del líder ca-
rismático, la del profeta o la de la ley. De
ese modo, por un
vis a tergo
o un movi-
miento “de abajo hacia arriba”, se generan
condiciones para que la comunidad pue-
da distribuir los bienes según los justos
merecimientos de sus miembros. La clave
del dilema reside en separar los “justos”
merecimientos de los “injustos”, y allí di-
fieren los credos políticos y económicos.
Algunas posturas señalan que toda distri-
bución debe basarse en el mérito, donde
por tal puede entenderse la casta, la raza,
la creencia, las posesiones o el esfuerzo.
Otras sugieren aceptar resignada y gozo-
samente las diferencias debidas al naci-
miento y esperar recompensas sobrenatu-
rales por la obediencia y la paciencia. El
libro de Job ilustra esta postura. Algunos
credos religiosos subrayan la predestina-
ción y, en efecto, éste ha sido un punto
2
Para la distinción sobre ciencia como
historia ofi-
cial
y como
praxis social
, véase el capítulo XV:
“Ética en la publicación de los resultados de la
investigación”, en este mismo manual.
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