106 Investigación en Salud. Dimensión Ética
da, en los temas sustantivos. Esto no sig-
nifica que la primera sea menos impor-
tante, pero suele ser más fácil lograr con-
senso en torno a procedimientos que a
justificaciones o fundamentaciones. Una
experiencia corriente en los comités de éti-
ca es que, aunque sus miembros estén
acuerdo en un punto, las razones por las
que concuerdan son diferentes. Los con-
tenidos de las creencias religiosas, por re-
gla general, se basan en alguna narrativa
sagrada o textos canónicos que no necesa-
riamente son sagrados o normativos para
otros creyentes. Los principios delineados
en el acápite anterior proceden de una bio-
ética secular y de una moral civil, y se
manifiestan en prácticas culturales muy
diversas. Su concreción particular (su con-
tenido narrativo) puede ser distinta para
un musulmán, un judío o un cristiano.
Esta diversidad constituye una de las ma-
yores dificultades para lograr acuerdos.
Otra dificultad radica en la tensión entre
lo individual y lo colectivo. Muchas veces
los intereses de la persona son antagóni-
cos o no armonizables con el interés o el
bienestar general. En salud pública es fre-
cuente que ciertos derechos individuales
puedan ser conculcados invocando el bien
común. Así, una campaña de vacunación
no puede detenerse si una o dos personas,
en uso de su libertad de disposición de sus
cuerpos o de la tutela sobre sus hijos, de-
ciden no someterse a la intervención. La
confidencialidad como valor en la esfera
sanitaria puede subordinarse a los intere-
ses del Estado o la seguridad pública. Nin-
guna de estas situaciones tiene una solu-
ción simple. No se trata de problemas
comunes, sino de dilemas: problemas cuya
solución es ya otro problema.
Una tercera fuente de tensiones se relacio-
na con la diversidad entre culturas. Es pro-
bable que en todas exista un concepto de
justicia. Las formas concretas de su expre-
sión y los ámbitos privilegiados en que se
expresa variarán de una cultura a otra y,
aun, de una época a otra. La universali-
dad de los principios debe armonizarse con
la relatividad de sus expresiones.
Cabe agregar otra dificultad en relación
con los principios bioéticos. Aunque cabe
reconocer que la autonomía, beneficencia,
no maleficencia y justicia existen en todas
las sociedades, la importancia asignada a
cada uno puede variar. La jerarquía y el
orden relativo de los principios no resi-
den en los principios mismos: derivan de
la impronta cultural, de las experiencias
formativas del grupo, de efectos transito-
rios de cohorte y de preferencias filosófi-
cas de los teóricos. Así, por ejemplo, es
evidente que los principios de no malefi-
cencia y justicia son fundamentales para
la recta convivencia. Razonablemente,
podrían constituir una “ética de mínimos”,
esto es, lo razonable para que funcione la
sociedad civil. Son, por ello, obligatorios,
exigibles, vinculantes. En cambio, la be-
neficencia y la autonomía (en su sentido
de darse a sí mismo normas) son princi-
pios de una “ética de máximos”: deseable
pero no exigible. La sociedad sería muy
buena si en ella imperaran tales principios,
pero su vigencia en realidad no puede ase-
gurarse. Nadie está realmente obligado a
hacer todo lo posible por sus semejantes o
a demostrar bondad infinita, excepto aqué-
llos cuya fe, como parte de su narrativa
especial, lo propone como modelo de vida
virtuosa.
Los temas abordados por la planificación
en salud tienen siempre relevancia mo-
ral
(7)
. Entre las mayores enseñanzas de la
posmodernidad está la noción de que no
hay técnicas ni ciencias neutrales. Toda
1...,96,97,98,99,100,101,102,103,104,105 107,108,109,110,111,112,113,114,115,116,...391