Página 615 - Obras completas de don Andrés Bello: Volumen X : Derecho internacional

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edla las negociaciones a que nos convida, i de que resultar o
n la paz, segn fueren las condiciones que proponga. Si estas
condiciones fuesen tales qne nuestro honor o nuestro inters
no nos permitiese admitirlas, nadie habria que, sin hacerse
culpable de traicin a su jiatria, pensase en comprar la paz a
este precio.
La Espiaa desea poner fin a la guerra; lo ha declarado a la faz
del mundo: asegura que no excluir base alguna; i el lenguaje
ele los rganos oficiales de su gobierno ha dado a entender clara
mente que el reconocimiento de nuestra irtdejienlenoia i sobe
rana es una concesin acordada ya i resuelta jior su jiarte.
Siendo tal el estado ele cosas, no dudaremos decir cjue el gobier
no cjue desechase estas condiciones sin examen contraera la
mas grave responsabilidad ante Dios i los hombres. La guerra
es un modo de existencia que, no solo trae consigo graves
males a los belijerantes, sino cjue turba el orden de la sociedad
universal de los pueblos, imponindoles obligaciones onero
sas, i embarazando su mutuo comercio i correspondencia. La
guerra, dice Vattel, es un azote tan terrible, cjue la justicia
sola, unida a cierta especie de necesidad, puede autorizarla,
hacerla laudable o a lo menos ponerla a cubierto de toda cen
sura.
Escuchar al enemigo no es empearnos a ojos cerrados a
recibir sus prepuestas como leyes i a pioner nuestra suerte en
sus manos. Armmonos de desconfianza; si se cjuiere, tomemos
todas las jirecauciones posibles para nuestra seguridad; pero
oigmosle al menos; los consejos de la prudencia no se oponen
a la humanidad i cortesa cjue, aun en el ejercicio del funesto
derecho de la guerra, distinguen a los pueblos civilizados de
los brbaros i hacen mas gloriosa la victoria.
Se dir que no debemos contar con la buena fe de la Espa
a, ni jirestarnos pior consiguiente a negociaciones infructuo
sas? Aun en esta suposicin ganaremos mucho dando al mundo
una prueba de nuestras disposiciones pacficas, i haciendo que
recaiga sobre nuestro enemigo la odiosidad de una guerra te
meraria.
Se dir que no es oportuno el momento? La Espaa no con-