l'l
DERECHO INTERNACIONAL
ficientemente
explcito.
El
reconocimiento
de
la
independencia
se
ha
indicado
de
una
manera
cjue
no
da
lugar
a
terjiversacio-
nes.
En
la
carta
al
seor
Jestal de
Montevideo
(que
jiuede
mi
rarse como
dirijida
a
los
gobiernos
de
Amrica),
dice bien
claro
el
presidente
del
consejo
que
no se
piensa
en
excluir
base
alguna.
El
gobierno
ele
los Estados
Unidos,
que
tiene
mui buenos
me
dios de
saber
lo que
pasa,
i
de
sondear los
planes
polticos
del
gabinete
espaol,
lo
ha
entendido
as. Los ministros
ele
las
repblicas
americanas
en
Paris
i
Londres
han
formado el
mis
mo
concepto. No
es
esto
suficiente
piara
salvar
al
gobierno
ele
la
nota
de
lijereza?
No
censuramos
el
escepticismo
ele
El
Filo'
polita.
Dude
en
hora buena. Nosotros
tamjioco
prestamos
una
fe
ciega
a
la
diplomacia
europea.
Lo
que
decimos,
es
cjue,
aun
considerando
como
dudoso
el
resultado de
las
negociaciones,
no
hai motivos para
rechazarlas. Si
tienen
buen
xito,
ganamos;
si
no
lo
tienen,
no
perdemos;
al
contrario,
piondremos
nuestra
causa
de
mejor semblante;
el
enemigo
habr
dado
una
jirueba
mas
de
su
terquedad
e
injusticia;
i
nosotros,
tratndole deco
rosa
i
cortesmente,
mereceremos
la
aprobacin
de
El
Filopo
lita
mismo,
i
de
todo
hombre que sejia
distinguir
entre
la
dignidad
modesta
i
la
plebeya
altanera,
entre
el
patriotismo
verdadero
i
aquel
otro
simulado
i
falso,
cuyo
distintivo
es
la
jactancia
i
la
fanfarronada.
No insistiremos sobre
lo
dicho
en
nuestro
artculo
anterior
acerca
ele la
impotencia
ele
Espaa.
Las
hostilidades
no
tienen
por
tnico
objeto
la
conquista.
Una
provincia,
una
jilaza,
una
isla desierta
son
prendas
de mucho
valor
en
la
guerra,
aun
cuando
no se
piiensa
en
establecimientos
jiermanentes.
La
for
tuna
de
las
armas
estar
siempre
a
nuestro
favor:
no
lo du
damos.
Pero
se
puede
en
buena
poltica
o en
buena moral
desperdiciar
la
coyuntura
de
una
paz
honrosa,
por
la esperanza
de
una
victoria,
cualquiera
cpue
sea su
brillo?
No
tenemos
mas
espiacio
para
continuar
nuestras
reflexio
nes.
Volveremos
otra
vez
a
este
asunto,
i
contestaremos
a
las
de
El
Filopolita
ejue
se
dirijen
particularmente
a
nosotros.
Solo
nos
detendremos
en
exponer
el
sentido
(segn
nosotros
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