Página 627 - Obras completas de don Andrés Bello: Volumen X : Derecho internacional

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troversias; i el derecho, una vez reconocido, no espira, sino
cuando su dueo lo abandona.
El Filopolita duda de la disposicin ele Espaa a recono
cernos, i glosa la jiarte mas dbil ele las declaraciones de los
ministros espaoles, desentendindose de lo dems. En cuanto
a la carta a clon Jos Jestal, es cierto cpue no tiene las solemni
dades de un documento oficial. No liga al gabinete espaol;
pero descubre el modo de piensar del gabinete i compromete
personalmente a su primer ministro. Martnez de la Rosa
echara sin duda una mancha sobre su reputacin como minis
tro o como hombrele honor si abiertas las negociaciones nos
dijese: el gabinete de la reina excluye la base de la indepen
dencia.
Convenimos en la posibilidad de cjue este ministro i los
otros ministros no permanezcan en el gabinete, o de que muden
de ojnnion, o de que propongan condiciones inadmisibles o de
cjue triunfe clon Carlos, etc., etc. Pero, en cambio de estas
jiosihilidades, admtanse tambin las contrarias. Si se verifican
las jirimeras, nada perdemos; si las segundas, ganamos. Qu
aconseja la jirudencia? Tememos fastidiar a nuestros lectores
repitiendo tantas veces lo mismo. Pero se ha contestado a ello
una sola?
Antes ele terminar, no jioeemos menos de decir algo en orden
a las reflexiones que hace El Filopolita en su nmero 2
sobre los ejemplos que nosotros citamos de la Holanda i los
Estados Unidos de Amrica. Nuestro intento era demostrar
que estas potencias no miraron el reconocimiento ele Esjiaa
como una formalidad insubstancial. Lo que dice El Filopo
lita, jirobar a lo sumo que la Holanda tuvo mas de un objeto
jiara celebrar la paz con Espaa. Pero, entre todos estos obje
tos (si merece algn crdito Muller), fu mui jirincijial el reco
nocimiento de su existencia poltica. No se deduce de aqu que
semejantes reconocimientos valen algo i no son unas meras
solemnidades, que pueden omitirse sin peligro?
Nuestras circunstancias son tan anlogas a las de la Holanda
en aquel tiempo, que al recorrer la historia de las negocia
ciones de Munster no hemos podido menos do admirar la