30 Investigación en Salud. Dimensión Ética
Además, se da una tensión entre el bien-
estar individual y el social, entre lo priva-
do y lo público. Al sostener que la socie-
dad está por encima del individuo se
argumenta de forma utilitarista, pues se
busca la mayor felicidad para la mayor can-
tidad posible de personas. Se piensa que
ciertos derechos de los individuos deben
ser sacrificados para el bienestar de la so-
ciedad, por lo que el consentimiento del
individuo pasa a segundo plano. Sin em-
bargo, la Declaración de Helsinki señala
claramente que “los intereses del sujeto
individual, expuesto a riesgo directo, de-
ben prevalecer sobre los intereses de la
ciencia o de la sociedad”. Por otra parte,
es fácil, sobre todo en situación de vulne-
rabilidad, que el potencial sujeto confun-
da tratamiento con investigación “malen-
tendido terapéutico”, ya que su principal
motivación está en la posibilidad de recibir
lo primero y no en el progreso del conoci-
miento para beneficio de la sociedad.
Ética e investigación con sujetos
humanos
La investigación clínica –que se realiza con
seres humanos, tanto sanos como enfermos–
ha tenido un peculiar recorrido histórico.
Diego Gracia lo divide en tres etapas
(6)
:
Primer período (hasta 1900): La investiga-
ción clínica fortuita o casual y la ética de la
beneficencia
. Se defendía que todo acto
médico realizado en seres humanos debía
tener siempre carácter o intención terapéu-
ticos y, por tanto, beneficente. Sólo por ac-
cidente adquiría un carácter investigati-
vo. Sin embargo, como se puede apreciar
en el
Corpus Hippocraticum
, en el médico
siempre ha existido una tendencia innata a
aprender de sus pacientes, no limitándose
sólo a aliviarlos o curarlos. Desde los grie-
gos existían ciertos prejuicios sobre la ex-
perimentación, porque, en primer térmi-
no, tuvieron más confianza en la razón que
en la experiencia. No estaban de acuerdo
con la experimentación en seres humanos
por considerarla perjudicial; sólo aceptaban
la experimentación en animales, cadáveres
o condenados a muerte. A fines del siglo
XVIII, Percival estableció el criterio deno-
minado
per accidens
, es decir, la aceptación
del experimento ordinario, realizado en
todo tipo de pacientes; pero, en especial,
en enfermos pobres de los hospitales, po-
niendo énfasis en el criterio ético de bene-
ficencia. Ese fue el criterio que prevaleció
durante todo el siglo XIX.
Segundo período (1900-1947): El experimen-
to moderno.
A diferencia del anterior, en este
período se sostuvo que sólo lo experimen-
tal puede justificarse como clínico, es de-
cir, como diagnóstico. El beneficio debía
basarse en pruebas reales aportadas por la
investigación clínica. Esto permitió el paso
de una medicina basada en la intención a
una basada en la evidencia.
Adicionalmente, el respeto a la autonomía
adquirió relevancia: es esencial el consen-
timiento voluntario de los sujetos para
participar en investigación. Complemen-
tariamente, debe existir autonomía de los
investigadores. El Código de Nuremberg
constituyó un elemento orientador respec-
to de su autocontrol y condición moral,
evitando caer en investigaciones improce-
dentes y dañinas.
Tercer período (1947 hasta hoy): La inves-
tigación clínica regulada y la nueva ética de
la responsabilidad en la experimentación con
seres humanos.
Tras la experiencia nacio-
nal-socialista, se concluyó que esta idea del
autocontrol de los científicos no daba bue-
nos resultados: los abusos continuaron y
de una manera frecuente. Surgieron en-
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