varios siglos. Y la política también se hizo mundial. Las áreas que restaban por colonizar fueron repartidas para sí por las
grandes potencias. América Latina sufrió un agudo proceso de colonización en América Central y el Caribe, y de
semicolonización generalizada en el resto de los países.
El carácter de la dependencia cambió cualitativamente con la penetración imperialista de fines del siglo XIX,
especialmente en el área de las materias primas, que hasta entonces habían pertenecido a la burguesía criolla. A principios
del siglo XX, la mayoría de los capitales ingleses correspondía a inversiones directas en los centros claves de producción
minera, agropecuaria y de plantaciones. Hacia 1913 el total de las inversiones inglesas en América Latina era de 4.632
millones de dólares y las norteamericanas de 1.242 millones de dólares.
En la Argentina, los ingleses controlaron los frigoríficos y la comercialización de los productos agropecuarios. En Chile,
se apoderaron del salitre; en Bolivia del estaño; en Venezuela del petróleo; y en Paraguay de la madera. En conclusión,
los principales países sudamericanos pasaron a ser semicolonias inglesas. En cambio, casi todos los países
centroamericanos y caribeños se convirtieron en semicolonias norteamericanas, sufriendo ocupaciones prolongadas
(Cuba, Puerto Rico, Haití, República Dominicana, Panamá) que los transformaron en cuasi-colonias.
La pugna entre el imperialismo norteamericano y el europeo se decidió a favor del primero a fines de la década de 1920,
aunque el imperialismo inglés siguió ejerciendo gran influencia en países como la Argentina, el Uruguay y el Brasil, y
reteniendo el dominio colonial de Guyana, Jamaica, Granada, Barbados, Trinidad-Tobago y otras islas del Caribe,
además de las islas Malvinas y del enclave colonial en Guatemala, llamado Bélice. Una de las excepciones que escapó al
control norteamericano e inglés fue precisamente Guatemala, donde le capitalismo alemán logró controlar la producción
y comercialización del café.
Los franceses se batieron en general en retirada después de la Primera Guerra Mundial, dejando escasas inversiones en
América Latina: México y Argentina. Conservaron sus colonias en las islas antillanas y en Guyana, al igual que los
holandeses.
Este proceso de dependencia semicolonial suscitó como contrapartida un poderoso movimiento nacional-antiimperialista,
expresado en luchas y manifestaciones públicas y en el surgimiento de un embrión de doctrina nacionalista, que en
algunas organizaciones e individuos quedó en el nivel antiimperialista y en otros se hizo también anticapitalista.
Este movimiento no se limitó a denunciar la entrega de las materias primas que estaba haciendo la burguesía criolla
latinoamericana, sino también a pone de manifiesto la relación entre esta entrega y la enajenación de la economía con el
proceso de endeudamiento externo, que se fue acelerando en las primeras décadas del siglo XX.
DEUDA EXTERNA CHILENA
En un proceso de desnacionalización sin precedentes en la historia de Chile, la burguesía criolla de principios del siglo
XX hizo entrega de las principales riquezas nacionales a las empresas imperialistas. Los gobiernos de la llamada
"República Parlamentaria" trataron de justificar la entrega del salitre y del cobre con el argumento de que no había otro
camino para aumentar los ingresos del Estado.
Este período de dependencia semicolonial respecto de Inglaterra -que dura hasta 1930, década en la que el imperialismo
norteamericano desplaza al británico- se caracterizó no sólo por la entrega de las riquezas nacionales sino también por la
dependencia comercial y financiera de Chile. De un total de 72.919.892 pesos de 38 peniques de exportaciones en 1895,
a Inglaterra le correspondieron 53.832.992. En el mismo lapso, las importaciones chilenas de este país ascendieron a
32.086.959 pesos de un total cercano a 70 millones.
El capital extranjero, especialmente el inglés, controlaba la mayoría de los bonos hipotecarios en circulación. Según Luis
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