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AUDIENCIAS VOLÁTILES TELEVISIÓN, FICCIÓN Y EDUCACIÓN

LA PANTALLA MADRE Y SUS POLÉMICOS HIJOS: REALITIES, DOCURREALITIES Y SERIES /

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ser” que condiciona lo que otras personas dicen acerca de ellos, escondiendo su propio consumo

o justificándolo como un instante de placer, un poco culpable pero permitido, ya que está

regulado -en el marco de los tiempos propios no productivos-. Así, ver televisión es una práctica

que escapa del tiempo productivo considerado prioritario, pero que sin duda es necesaria pues

responde a la necesidad de descanso:

“Yo encuentro que un reality es algo, un tiempo perdido pa’ ver, o sea, no sé,

puedes hacer cualquier cosa que ver un reality”.

En estas condiciones, el tiempo productivo

-del trabajo y/o estudio- es el principal filtro de

consumo para la televisión, pues es el tiempo prioritario. Después y a partir de éste se organiza

la vida privada y, en función del tiempo disponible se utiliza el tiempo de ocio en el que

usualmente se encuentra el consumo televisivo.

El paradigma de producción flexible ha conducido a una erosión de la relación laboral “normal”,

la que se expresa en una creciente heterogeneidad de las formas de empleo dependiente, llamadas

“atípicas” (contratos a plazo fijo, temporales, a honorarios, trabajo suministrado, nuevas formas

de trabajo a domicilio y de trabajo parcial); en la pérdida de estabilidad del empleo, y en un

marcado debilitamiento de la fuerza reguladora y protectora del sistema normativo, porque las

condiciones del trabajo tienen cada vez más un carácter excepcional respecto de esas normas

(Stecher citado en Antezana, 2014).

Esta es una de las consecuencias que más impacta en la vida cotidiana. La lógica laboral se

desprende del modelo de Estado de Bienestar, lo que significa que el mundo del empleo se

reestructura según los modos generales del trabajo doméstico, con la consiguiente pérdida de

coberturas legales, sociales, de salud, limitación de la jornada de trabajo, etc.

Así, la fragmentación de la vida cotidiana es percibida tanto a nivel temporal como a nivel

del espacio. “La forma territorial sólo es la proyección espacial de un principio más general

de las sociedades modernas: como lo es la división del trabajo. Así, el concepto más adaptado

para la descripción de este fenómeno es el de zonificación parcelaria” (Juan, 2000, p. 126). Si el

tiempo-espacio de la “casa” se organizaba en función de categorías fijas: adentro-afuera, arriba-

abajo; descanso-trabajo, noche-día y asignaba a cada uno de sus lugares una función particular,

hoy el tiempo-espacio de la “casa”, como ya lo hemos explicado, está cada vez más sujeto a

una autorregulación diferenciada denominada “las gramáticas de la vida”, es decir, las normas,

reglas y sistemas de combinaciones posibles (Habermas ciatdo en Reguillo, 2000).

Es decir que si bien mirar televisión es una actividad que se desarrolla principalmente al interior

del hogar, en la esfera privada, y en un tiempo destinado, prioritariamente, al descanso, las

nuevas modalidades de trabajo que permiten su realización en la esfera doméstica modifican

el tiempo productivo. Además, la televisión es fuente de conversación con otros, alimenta a

otros medios, es parte de los intercambios en redes sociales por lo que su alcance excede con

creces al tiempo de emisión de un programa. Esto se refiere a que los telespectadores no sólo se

vinculan con los contenidos emitidos en el programa que están viendo, sino que relacionan los