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AUDIENCIAS VOLÁTILES TELEVISIÓN, FICCIÓN Y EDUCACIÓN

LA PANTALLA MADRE Y SUS POLÉMICOS HIJOS: REALITIES, DOCURREALITIES Y SERIES /

14

primera

parte

:

la

televisión

en

la

vida

diaria

\ Rutinas cotidianas

Prender el televisor es como lavarse los dientes, pues la televisión se vincula con la vida cotidiana

y sus ritmos espacio-temporales aunque de manera diferenciada de acuerdo al ciclo de vida en

que se encuentren los telespectadores. En ese sentido, ver más o menos programas, solo o con

otras personas, en un televisor o en una

Tablet

, entre otras características, se vincula con las

necesidades concretas de cada individuo de acuerdo a su edad, género y clase social a la que

pertenezca, ya que “armada sobre la certeza de su repetición, la cotidianidad es ante todo el

tejido de tiempos y espacios que organizan para los practicantes los innumerables rituales que

garantizan la existencia del orden construido” (Reguillo, 2000, p. 77). En palabras de uno de

nuestros entrevistados:

“Ya es una cosa mecánica de ir a prender el televisor a cierta hora también”.

Así, cuando nos referimos a rutinas cotidianas hacemos alusión a “las prácticas, lógicas, espacios

y temporalidades que garantizan la reproducción social por la vía de la reiteración, es el espacio

de lo que una sociedad particular, un grupo, una cultura considera como lo ‘normal’ y lo ‘natural’

(Reguillo, 2000, p. 78). De acuerdo con esta misma autora, estas prácticas están condicionadas

por aspectos estructurales socialmente determinados puesto que no existe una cotidianidad

esencial, sino más bien una vida cotidiana que opera como escenario de la re-producción

social. Vinculada a lo que en un momento específico y en una cultura particular se asume como

legítimo, normal, y necesario para garantizar la continuidad, la vida cotidiana es histórica y

no puede pensarse al margen de las estructuras que la producen y que son simultáneamente

producidas y legitimadas por ella.

En este sentido, a las transformaciones generales de la esfera pública, el papel central que

asumen los medios de comunicación en esta nueva organización social, y los miedos -reales

y construidos- que empujan a las personas a replegarse y refugiarse en su espacio privado,

se agregarían dos características que operan como claves de lectura para comprender a los

telespectadores en este Chile actual: la consolidación de un tipo particular de individualidad

marcada por la lógica de la sociedad neoliberal instaurada en el país durante la dictadura y,

coherente con ésta, la centralidad creciente que adquiere la familia y el trabajo como horizonte

de sentido (Araujo y Martuccelli, 2012). Todas estas características están, en alguna medida,

contenidas en la relación que los telespectadores establecen con las pantallas.

Con el desarrollo del Estado de Bienestar el interés por la vida cotidiana se instala en el mundo

social, económico y político. Esto debido a que múltiples aspectos que antes eran considerados

parte del mundo privado ahora devienen en objeto de regulación estatal. No solamente las

condiciones de trabajo y de acumulación, también el divorcio y el aborto, el régimen alimentario

y el daño del tabaco, y el fomento del deporte, entre otros, son asuntos públicos incorporados al