Oriente medio : una eterna encrucijada - page 20

Gilberto Aranda y Luis Palma
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de arbitraje favoreció a Muawiya. Alí fue asesinado por los jariyíes en el
661, ex partidarios sutos extremanademente rigoristas que se habían dis-
gustado con su decisión de haber sometido su jefatura a una decisión exter-
na. Una facción, más tarde conocida como
la Shía
, sostuvo que la descen-
dencia de Alí seguía detentando la autoridad sobre la comunidad de cre-
yentes. Sin embargo, los hijos de Alí fueron eliminados. Uno particular-
mente, el Imam Hussein, fue asesinado junto a su familia en Kerballah
(680), en un hecho que ha sido recordado por sus partidarios como el
martirio del iman Hussein. Dichos sucesos constituyeron el comienzo de
un movimiento de protesta socio-político contra el poder instituido y que
con el tiempo se transformaría en una facción religiosa con una doctrina
particular.
Como resultado de las disputas internas y la proclamación de Muawiya
el centro gravitacional musulmán se desplazó a Damasco en el Creciente
Fértil (661). Una nueva dinastía Omeya reinó hasta el 750, prosiguieron
las conquistas que convertieron al Islam en un Imperio que se desplegó
desde Pakistán en el este hasta España en el oeste. El avance musulmán se
proyectó hacia el Magreb: Libia (642), Ifriqiyya (Túnez, 670) y desde ahí
se alcanzó el actual Marruecos (681). Después de ganarse la adhesión de
los beréberes (698) un ejército árabe-bereber cruzó Gibraltar derrotando a
la dinastía visigoda de Toledo (711). Aún hubo fuerzas para conquistar
Narbona (718) antes que los francos de Carlos Martel detuvieran a los
árabe-bereberes en Poitiers (732).
Dicha etapa, correspondiente al Islam clásico, articuló su paradigma
político en torno a las prescripciones emanadas de Dios –contenidas en el
Corán– y el conjunto de
hadices
, o dichos, sermones y proverbios del
profeta que conformaron la
Sunna
o tradición del Profeta. Juntos constitu-
yeron la Sharía o ley islámica
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.
A los omeyas los sucedió la dinastía abbasí (750-1248) que se auxilió
de otras experiencias para cubrir la administración de un «Estado» tan
dilatado. Para ello adoptó parte de la herencia política administrativa de
bizantinos y persas. La capital se trasladó a Bagdad y se impuso una
estricta ortodoxia reforzando el poder de los ulemas (doctores de la ley).
En el Mediterráneo el imperio árabe Abbasí aún tuvo fuerzas para
apoderarse de Chipre, Creta, Sicilia y Cerdeña (827) Baleares y Córcega
(850). Sin embargo, comenzaron simultáneamente a emerger poderes
musulmanes paralelos que reclamaban la misma legitimidad del califato
abbasí. En Occidente, un miembro de la familia omeya, Abderramán,
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Ayubi, Nazih,
El Islam Político. Teoría, Tradición y Rupturas
, Barcelona,
Edicions Bellaterra, 2000, p. 22.
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