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tos puede fundamentarse médicamente. Con el fin de responder
correctamente debo suponer un caso ideal en el cual quien quiere
realizarlos desea ayudar no a una sino a muchas personas. Debe el
juez decidir si considera a los acusados de tal pureza de intenciones.
Como evaluador digo lo siguiente: como el juez se puede equivocar
en sus decisiones sobre una persona y sus metas, esta parte de su
decisión, también humana, es relativamente poco importante para
la medicina; importante es si acaso se decide por la historia natural
(biológica) o moral del hombre. Como médico le comunicaré mi
opinión, que considero correcta para la perspectiva médica: consi-
dero la historia moral humana decisiva, la biológica como subordi-
nada. No significa esto, en modo alguno, que los experimentos hu-
manos en la peligrosidad estimada estén en cuanto tales prohibidos.
Considero que el uso de la fuerza en cada experimento y para este
caso de la investigación está justificado moralmente. La precondi-
ción permitida no es un contexto de explicación científico natural
(“por saber cómo curar la malaria puedo sacrificar a una persona”)
sino el uso de la fuerza. La pregunta es entonces en qué caso puede
el médico emplear la fuerza.
El uso permitido de la fuerza en medicina
Puede empezarse de nuevo indicando que el uso de la fuerza en
medicina es permanentemente necesario en el sentido técnico-
abstracto. Es fácil concebirlo para cada acto médico. Los ejemplos
más manifiestos son sin embargo de una naturaleza diferente de la
realización de experimentos en prisioneros no voluntarios o perso-
nas ignorantes. Aquí se trata del experimento forzado que promete
conocimientos médicos empleando enfriamiento, operación, baja
presión, infección y sustancia química. Sería aparente la posición
especial y llamativa de tales experimentos cuando una visión supe-
rior del contexto y una preferencia de la totalidad sobre el individuo
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