no deseadas, uso de términos de connotación sexual,
insinuaciones o proposiciones sexuales, gestos obsce-
nos, hostiles, humillantes, acercamientos corporales,
roces, tocamientos, trato ofensivo u hostil (comenta-
rios sexistas o degradantes, difusión de rumores sobre
la vida sexual, entre otros).
Investigaciones internacionales “indican que tam-
bién es un fenómeno que se da en el ámbito uni-
versitario y existen ya numerosas iniciativas y expe-
riencias en muchas universidades del mundo que
implementan medidas para prevenir y evitar situa-
ciones de violencia de género”, señaló el 2007 un
informe de Rosa Valls y otros expertos catalanes.
En estudios realizados en universidades estadouni-
denses y europeas 27% declara haber sufrido algún
tipo de abuso sexual y 58% haber vivido o conocido
alguna situación de violencia de género en la uni-
versidad, de acuerdo al estudio del 2006 de Alan M.
Gross y su equipo.
En la cultura universitaria hay conductas abusivas
tan naturalizadas que incluso quienes son afectadas
o las presencian no las reconocen como agresiones
sexuales aun en situaciones en que han sido forzadas
a tener relaciones. Esto incide en el bajo número de
denuncias, al igual que la asunción por parte de la
víctima de un grado de responsabilidad en provocar
la situación, agravada por las creencias culturales que
las consideran culpables y el sentimiento de que la
institución no las tomará en serio o no las apoyará.
Con el fin de dimensionar este problema, la Univer-
sidad de Chile realizó el primer estudio en contexto
universitario. Sus resultados muestran que 26% de
los/as encuestados/as declaran conocer historias sobre
acoso y agresiones sexuales perpetradas en espacios
universitarios, en viajes de estudios y en fiestas de
los estudiantes, y un 14,7% declara haberlo sufrido
directamente en su trayectoria universitaria; mayo-
ritariamente los casos no han sido denunciados. La
proporción de mujeres afectadas (21%) duplica a la
de hombres (9%), y las estudiantes son las más per-
judicadas, tanto en términos porcentuales como por
la gravedad de las agresiones. La asimetría de poder
entre alumnas y profesores agrava el abuso.
La violencia y el acoso sexual contradicen radical-
mente los principios y valores de esta institución y la
Universidad ha tomado la decisión de sacarlo desde
la invisibilidad, de abrir el debate acerca de sus causas
y consecuencias y sobre todo de desarrollar acciones
para erradicarlo de los campus.
La Oficina de Igualdad de Oportunidades de Géne-
ro de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicacio-
nes ha distribuido manuales con orientaciones para
actuar frente al acoso, ha elaborado documentos y
organizado seminarios para poner el tema en el de-
bate, está realizando cursos de formación general
para alumnos(as) de pregrado sobre violencia de gé-
nero y ha participado en coloquios y encuentros de
diversas facultades, como Ciencias y Medicina. La
Federación de Estudiantes, por su parte, ha tomado
la lucha contra el acoso como una de sus bande-
ras, y las Secretarías de Género y Sexualidades han
jugado un rol activo en este proceso. Todas estas
instancias, junto a la Vicerrectoría de Asuntos Estu-
diantiles y Comunitarios (VAEC) y a la Dirección
Jurídica han conformado una Comisión Especial,
coordinada por la VAEC, que se ha abocado a mo-
dificar reglamentos universitarios para tipificar el
acoso, elaborar protocolos y cursos de formación
para fiscales y actuarios que participen en procesos
de investigación y establecer convenios para brindar
atención psicológica a las víctimas. Así, la Universi-
dad ha querido manifestar que el acoso sexual no se
tolerará ni en el aula ni fuera de ella.
Pero este esfuerzo no ha trascendido aún al conjunto
de esta Casa de Estudios. Enfrentar un problema de
esta magnitud y arraigo cultural requiere una polí-
tica universitaria permanente y un plan de acción,
cuyo eje sea la prevención, y que incluya formación,
protección de las víctimas, investigación efectiva y
sanción a los agresores. Una de sus líneas centrales
debiera ser incluir temas de igualdad y de violencia de
género como contenidos transversales en el currícu-
lum universitario. Contribuir a que miles de jóvenes
adquieran conocimientos y desarrollen reflexión crí-
tica sobre las desigualdades entre hombres y mujeres
sería sin duda un gran aporte al país.
En el ámbito nacional se requiere de un marco nor-
mativo coherente con las convenciones internaciona-
les y más amplio que el actual, ya que si bien el acoso
sexual se presenta ampliamente, la normativa que lo
regula se restringe casi exclusivamente al espacio labo-
ral (ley 20005 de 2005). Asimismo, la ley que tipifica
y sanciona la violencia contra las mujeres está acotada
al ámbito intrafamiliar y/o de relaciones de pareja,
aun cuando trasciende estos espacios. Urge por tan-
to una ley integral que incluya, entre otras materias,
la violencia y el acoso sexual en el espacio educativo.
Una nueva legislación constituiría un apoyo impor-
tante para las acciones que desarrollen las universida-
des chilenas.
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Dossier / Nº3 2016 / P.P.