Oriente medio : una eterna encrucijada - page 164

Gilberto Aranda y Luis Palma
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Ayatollah Jomeini en París, al mes siguiente una huelga de trabajadores
del petróleo paralizaba la economía iraní.
Para enero de 1979 las manifestaciones opositoras se habían extendido
a todo el país. El régimen de Shah se derrumbó estrepitosamente cuando el
monarca abandonó el país (16 de enero de 1979) rumbo al exilio. Entre el
9 y 12 de febrero se enfrentaron las multitudes con el ejército iraní en
Teherán. El 1 de abril fue oficialmente proclamada y aprobada mediante
un referéndum la República Islámica de Irán.
El caso del Jomeinismo representó la hasta entonces excepcional llega-
da al poder de un movimiento islamista. La revolución no violenta que
derrocó al Shah en 1979 instauró una República Islámica gobernada por
el liderazgo carismático del Ayatollah. El resultado fue un régimen monista
clerical de ideología compleja, provisto de elementos mesiánicos y con
gran capacidad de movilización entre sus fieles. Para alcanzar dicho estatus
dominante, la revolución atravesó por diversas etapas. Cuando la heteróclita
oposición alcanzó el poder en abril de 1979, se hicieron evidentes las
contradicciones internas del grupo.
Jomeini nombró a un hombre de las filas del Frente Nacional, Mehdi
Bazargan, al mando del gobierno. Simultáneamente el gran ayatollah for-
mó, con carácter secreto y con exclusión de cualquier grupo que no fuera
de filiación política islamista, un Consejo de la Revolución Islámica, inte-
grado básicamente por sus adictos, y que brevemente se institucionalizaría
en el Partido de la Revolución Islámica(
PRI
), cuya plataforma fue inequí-
vocamente la doctrina de la regencia del doctor de la ley religiosa. En
contrapeso a ambas estructuras se situaron las organizaciones permanen-
tes del activismo revolucionario, integrado por los partidarios de Jomeini,
los
pasdaran
(Guardianes de la Revolución), los grupos de extrema iz-
quierda, los tribunales revolucionarios y diversas agrupaciones islamistas,
en Comités cuyas sedes estaban radicadas junto a las mezquitas de los
sectores populares.
En agosto del mismo año el «Guía de la Revolución» formó una Asam-
blea de expertos, dominada por sus partidarios y miembros del Partido de
la Revolución Islámica, abocada a redactar una Constitución que en la
práctica instituyó la hierocracia iraní mediante la inclusión de los artícu-
los del
Vélayat-e-fahqi
. Los Muyahiddines del pueblo apoyaron la nueva
institucionalidad, aunque dejando en claro su oposición al nuevo papel
del acto clero al interior del Estado. Otros sectores liderados por el ayatollah
Shariatmadari, simplemente retiraron su respaldo a la nueva carta magna
iraní. Sin embargo, la misma fue sancionada mediante un referéndum,
otorgando altas facultades al gran Ayatollah –en la práctica el faqih- quien
debía cohabitar con los tres poderes tradicionales (ejecutivo, legislativo y
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