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Dr. Alleyne y la OPS han reconocido una importante responsabilidad y han tomado un rol
de liderazgo en la organización y capacitación de los comités de evaluación de
investigaciones. Quizás este Comité Asesor Internacional sobre Bioética es otro adelanto
en esta larga tradición.
La ciencia y la investigación son cruciales para la medicina, tanto en un contexto
clínico como en el referido a la salud pública. Las consideraciones éticas no deben ser
magnificadas de modo de distraer a la ciencia de su importante tarea. Pero por otra parte,
sabemos que la investigación médica ha tenido su experiencia con el pecado, no distinta de
la experiencia de la investigación nuclear y de la ciencia atómica. La ciencia genética torna
obvias las temáticas éticas aún para los científicos positivistas, quienes son los más propensos
a prescindir de ellas. Los recientemente publicitados avances en las técnicas de donación,
han demostrado no sólo cuán centrales son las cuestiones éticas, sino cuán imperativo es
contar con un comité de ética bien organizado que evalúe la investigación.
VIH: economía y ética.
La sutil y difícil intersección entre ética y economía se hizo obvia en relación a las
pruebas clínicas en 1997 destinadas a investigar formas de reducir la transmisión perinatal
de la infección VIH en países en desarrollo, especialmente en la región africana del Sahara
y del Sudeste Asiático. La investigación fue catalogada como no ética por el Grupo de
Investigación Pública de la Salud Ciudadana y más tarde en un editorial del “New England
Journal of Medicine”. La controversia se centró en el diseño de pruebas clínicas efectuadas
en los países en desarrollo. Ya que las medicinas probadas para reducir la transmisión
perinatal (AZT 076) habían ya sido sometidas a prueba en Estados Unidos, las críticas
aducían que no es ético realizar pruebas en naciones en desarrollo en las cuales se utiliza
placebo en un grupo de control. Las mujeres que reciben placebo, se reclamaba, deberían
estar recibiendo los medicamentos ya probados. Pero los medicamentos probados cuestan
alrededor de US $ 1.000 y el presupuesto anual sanitario para todos los servicios médicos
en los países donde las pruebas estaban siendo desarrolladas es de aproximadamente US $
10. Estos caros medicamentos, ¿califican como “productos o beneficios razonablemente
disponibles”? Esta es la pregunta, y lo es tanto económica como ética.
A raíz del excesivo gasto del ya probado régimen AZT, la investigación estaba
probando si es que existe un régimen terapéutico seguro y efectivo que sea ‘mejor que
nada’, y al cual tengan acceso en África y Asia. Esta era la razón para utilizar placebo en
el grupo control en lugar del costoso tratamiento utilizado en los Estados Unidos. Comparar
la terapia americana con la terapia experimental menos costosa habría sido interesante
para los Estados Unidos, pero no lo era para África ni Asia. Por lo tanto, el proporcionar
la terapia triple con AZT al grupo de control habría significado estarlos explotando, por
cuanto éste no habría estado disponible para ellos posteriormente. Sólo los pacientes
americanos se habrían beneficiado. La cuestión que necesitaba ser tratada era si el método,
tratamiento o medicamento al que tienen acceso las poblaciones de la región en desarrollo
es de hecho mejor que nada, ya que nada es lo que las mujeres en estas naciones comúnmente
reciben.
Algunas reflexiones personales sobre la participación de la
OPS
en temas de bioética
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