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incluyendo la consideración de la medicina. Sólo cuando una acción
médica se reconoce al servicio de una trascendencia de lo biológico
está cualificada éticamente.
Hay una segunda cualificación de la acción médica que igualmen-
te parece caracterizarse éticamente: la simpatía con quien sufre. La
compasión del médico parece satisfacer esta condición de la trascen-
dencia. En la compasión trasciende el médico el hecho biológico
del mismo modo y en la misma dirección que el enfermo mismo.
El sufrimiento del alma no es un valor biológico sino sobrepasa el
hecho del ser físico. Se dice por eso que si por compasión con el
sufrimiento del enfermo se disminuye su dolencia al matarlo se tras-
ciende igualmente su existencia física.
Algunos dicen también que la indignidad objetiva del idiota, la con-
templación de vida sin valor, angustia tanto a quienes la ven que
sienten la obligación de eliminarla. No se ve cómo pudieran ser
médicos estos motivos. Por lo demás, en muchos casos los dolores,
el asco, el vómito y la diarrea son padecimientos útiles que sirven
como advertencia y defensa. Tampoco sirve de mucho, en sí misma,
la compasión del médico para con el enfermo, quien gana más de su
objetividad. Si estoy enfermo, es la compasión del otro para mí de
segundo orden: puede consolarme mas también ofenderme, tran-
quilizarme pero también irritarme. Se percibe a veces que la compa-
sión de quien se encuentra en posesión de su salud puede significar
una autosatisfacción, un placer masoquista o una piadosa cortesía.
El padecimiento del enfermo no es la causa sino el efecto de la en-
fermedad y considerado sólo como síntoma es menos relevante su
alivio que la terapéutica etiológica. En principio, la divergencia ori-
ginaria de las metas de paciente y médico consiste en que el primero
desea ser tratado y el segundo desea ayudar. Tal divergencia nunca
será eliminada mediante la compasión: por el contrario, podría ser
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