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ellos mismos no contemplan esta necesidad. Los clarividentes, que
se encuentran en conocimiento del contexto, están entonces autori-
zados y obligados a esta victimización, esto es, a matar. ¿Cómo pue-
de recibir esta idea un contenido médico? En tal forma que, en este
caso, esté “enfermo” una comunidad, un colectivo, un pueblo o la
humanidad, no individuos. Hay una enfermedad social; un pueblo,
la humanidad se encuentra enferma. No necesita tratarse sólo de la
suma de enfermedades individuales, como en el caso de una peste,
tifus o malaria. Un colectivo, en cuanto tal, puede enfermar de ma-
nera nueva y propia. Se trata de una ampliación del concepto de en-
fermedad. Del mismo modo que la amputación de un pie calcinado
salva al organismo completo, igual la separación de la parte enferma
del pueblo al pueblo. Como sacrificios, ambos casos estarían justifi-
cados y serían médicamente necesarios y razonables.
A quien desagraden esta consideración o sus consecuencias, no pue-
de evitar limitar la tarea médica al individuo en forma patética, o
basándose en religión revelada y sus textos o a la idea de humanidad
o derechos humanos, rechazando la transición de la terapia indivi-
dual a la colectiva. Sabemos que nunca hubo y nunca puede haber
tal individualismo en la medicina. Por otra parte, la manifestación
del punto de vista individualista tiene la significación de carencia
de opinión; puede también despertar la impresión de un intento
autoritario. Es aparente la dificultad, en la política al igual que en
este ámbito, de decidir no entre individualismo y colectivismo sino
de vincular las necesidades del individuo con las de la sociedad, esto
es, realizar la solidaridad.
No basta sin embargo demostrar que la limitación de la medicina a
la terapéutica individual sería irrealizable en la práctica e ideológi-
camente unilateral en exceso. Quien tal intenta pierde de vista que
la idea médica experimenta un considerable fortalecimiento con la
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