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enfermo por la presencia de indeseables e incompetentes (inválidos, en-
fermos mentales, grupos étnicos degenerados). No obstante, para que el
sacrificio tenga lugar deben concurrir al menos dos elementos: el acuerdo
y aceptación de aquel que se sacrifica y la relación pareja y recíproca entre
los que mueren y los que permanecen. Ninguna de las dos condiciones
podían cumplir los “enfermos mentales incurables” que sacrificaron los
médicos nazis: la primera, porque, por razones obvias, los enfermos no
eran competentes para dar su consentimiento; la segunda, porque la deci-
sión se adoptó e implementó desde el poder y la autoridad de un Estado
dictatorial: “No puede haber una indicación médica para la eutanasia en
el nacionalsocialismo, porque el pensamiento médico es reemplazado por
el pensamiento del Führer y supeditado incondicionalmente a él. Ya que
Hitler posee no sólo capacidad política para ordenar, es también el primer
médico. En tal estado se encontraban algunos de aquellos médicos, o in-
sinuaron encontrarse”.
Si bien no se puede desconocer el poder omnímodo del Estado nacio-
nalsocialista en todas las manifestaciones sociales –sobre todo en la acti-
vidad científica y en la vida universitaria–, la adhesión de los médicos y
su incorporación a la ideología imperante se hizo cada vez mayor desde
1933. Es importante recordar que muchos de estos profesionales fueron
integrándose paulatinamente en las organizaciones gremiales que para el
efecto habían constituido los nazis. Ello no debe llevarnos necesariamente
a concluir su fidelidad absoluta, pero levanta interrogantes en torno a la
“obediencia obligada”: “Para ejecutar y propagar los conceptos sobre po-
lítica de población, higiene racial y eugenesia los médicos eran de por sí
relevantes. La Liga de Médicos Nacionalsocialistas Alemanes (NSDÄB)
contaba al 30 de enero de 1933 con 2.786 miembros. Era una parte relati-
vamente pequeña de los casi 50.000 médicos organizados, pero en compa-
ración con otras organizaciones políticas de médicos, como la Unión de
Médicos Socialistas, con cerca de 1.500, la NSDÄB era mayor. En octu-
bre de 1933, es decir, en el curso de diez meses, esta aumentó el número
de sus miembros a 11.000; en 1935 eran ya 14.500, o sea, cerca de un
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