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casos de los médicos Michael Swango –quien envenenara paulatinamente
a pacientes bajo su cuidado, hasta llegar a un número de entre 30 y 60 de
ellos, en los diversos lugares donde alcanzó a desempeñarse antes de ser
definitivamente enjuiciado y encarcelado de por vida– y Jack Kevorkian
–que en el lapso de una década acabó asistiendo la muerte de más de 100
enfermos terminales con los que tuvo contacto– engrosan la larga lista de
evidencias empíricas que podrían apoyar la posibilidad de una precau-
ción como aquella establecida por los acérrimos opositores de la eutanasia.
Todos sabemos que, como señala von Weizsäcker: “bajo la máscara de la
ciencia se realizan investigaciones no sólo innecesarias sino necias y aun
dañinas”
(1:254)
, y ello bien podría constituir una razón suficiente para
restarle apoyo a cualquier modalidad suya.
No deja de ser pertinente señalar, en todo caso, que el carácter abusivo con
que se presenta la transitividad de las implicancias lógicas es, en este tipo
de argumentaciones, la razón de su debilidad. Esta suerte de efecto domi-
nó, que amenaza con el advenimiento inevitable de unos males superiores,
es difícil de evaluar debido a que dichos males siempre están lejos y resul-
tan ser sólo presumibles pero nunca constatables, porque la cadena lógica
que conduce de un hecho A a otro B no está del todo establecida. En
verdad, la noción de pendiente resbaladiza es sólo metáfora y no verdadera
herramienta analítica
(8:1032)
; por tanto, su valor argumental no puede
ser definitivo ni mucho menos concluyente. Pese a todo, no debiera des-
conocerse que nos movemos dentro de cierta precomprensión del mundo
que limita y define nuestra capacidad para ver o esperar un determinado
curso ulterior de los acontecimientos del mundo; que es algo así como lo
que ha ilustrado Heidegger en las lecciones de Marburgo del semestre de
invierno de 1925/26, con el ejemplo imaginario del paseo en un bosque
oscuro donde el movimiento de los abetos puede inducirnos a esperar que
entre ellos haya un ciervo, siendo que no se trata más que de un arbusto
worthy to be lived. This attitude in its early stages concerned itself merely with the severely
and chronically sick. Gradually the sphere of those to be included in this category was
enlarged to encompass the socially unproductive, the ideologically unwanted, the racially
unwanted and finally all non-Germans”
(7:45)
(subrayado mío).
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