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Soberanía de la existencia personal. ¿Sería
legítimo querer morir conforme a la propia
voluntad?
Raúl Villarroel
T
eniendo a la vista el proceso a los médicos de Nürenberg, acontecido
a raíz de los tristemente célebres experimentos con seres humanos
que éstos llevaron a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, el médico
e investigador alemán Viktor von Weizsäcker (1886-1957), en su escrito
«“Eutanasia” y experimentación humana»
(1)
, se ocupa de escrutar el “espí-
ritu de la medicina”: aquello que pudiera concebirse eventualmente como
un punto de vista médico irrefutable. En su opinión, no hay tal cosa; hay
más bien diversidad de criterios y ello explica que, en ocasiones, ciertos ac-
tos puedan parecer permitidos, deseados o necesarios, y al mismo tiempo
puedan aparecer como malos, punibles o evitables. La medicina no es una
entidad concebida unitariamente y de idéntica manera por todos quienes
la hacen suya como profesión; se trata, más bien, de una cuestión indivi-
dual y subjetiva, determinada por las orientaciones religiosas, ideológicas
o políticas que fundamentan el respectivo quehacer del médico.
En su análisis, von Weizsäcker parte de la consideración paradójica de
que, pese a no existir una norma de destrucción médica que opere como
ley explícita de la profesión, muchos actos médicos, sin embargo, delibe-
rada o inevitablemente, están asociados con medidas destructivas. Una
amputación, un aborto artificial para interrumpir un embarazo de riesgo,
una esterilización, una castración, una resección gástrica, por mencionar
algunos ejemplos, son expresión de esta peculiaridad que caracteriza a la
praxis
médica en determinadas ocasiones. Ello plantea la pregunta por
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