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Agamben hasta la figura del
homo sacer
, es testimonio de ello. “La vieja
potencia de la muerte, en la cual se simbolizaba el poder soberano, se halla
ahora cuidadosamente recubierta por la administración de los cuerpos y la
gestión calculadora de la vida”
(3)
. O, como lo diría Agamben, se trata de
“la creciente implicación de la vida natural del hombre en los mecanismos
y los cálculos del poder”
(4)
.
En su conocida obra “El dominio de la vida”, el filósofo estadounidense
Ronald Dworkin afirmaba: “…la cuestión crucial es si una sociedad decen-
te elegirá la coerción o la responsabilidad personal, si buscará imponer un
juicio colectivo sobre asuntos del más profundo carácter espiritual a cada
uno de sus integrantes, o si permitirá e incluso solicitará a los ciudadanos
que ellos mismos formulen los juicios más importantes y definitorios acer-
ca de sus propias vidas”
(5)
. Ciertamente, cualquier consideración que se
intente formular acerca de un asunto tan determinante como establecer la
legitimidad o la ilegitimidad de la acción de poner término a la vida hu-
mana, anticipando la ocurrencia de la muerte, evitando que se produzca o
impidiendo que sobrevenga por su cauce natural y espontáneo, no puede
dejar de enfrentar esta “cuestión crucial”, independientemente de las razo-
nes que se esgriman para sostener una u otra posición.
La eutanasia, entendida tan simplemente como la decisión de hacer que
acabe una vida que podría haberse prolongado
(6)
, particularmente en el
contexto de las actuales sociedades pluralistas, constituye un verdadero
reto a la razón, puesto que, por una parte, obliga a sus defensores a sos-
tener con fundamento coherente la existencia de un supuesto derecho a
morir, en circunstancias de que los derechos, de ordinario, se reconocen
como el soporte en que se sostienen y garantizan las condiciones que ase-
guran la dignidad de la vida humana. Y, por otra parte, a sus detractores
les impone la difícil tarea de otorgar validez a sus argumentos de rechazo y
reprobación, a menudo provenientes de un plexo de ideas y concepciones
cuyo alcance no es necesariamente universal y que en muchas ocasiones es
representativo no más que de una minoría de individuos adheridos a una
confesión particular.