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construcción y otras actividades –algunas

en la marginalidad, como el comercio se-

xual- que corresponden a empleos de baja

calidad, con alto grado de precarización e

informalidad. El racismo no aparece vin-

culado a todos los migrantes sino a aque-

llos que se perciben como una amenaza

a patrones culturales, estéticos, morales o

económicos. La amenaza se nutre de cla-

ves históricas y es a partir de esas claves

que el extranjero se categoriza a partir de

la raza o la piel. Si bien la migración pre-

valente a comienzos de los ‘90 fue argen-

tina, el racismo se orientó principalmente

hacia los peruanos, con mayor proporción

de población indígena –hay una historia

de violencia hacia los pueblos originarios–

y enemigos en la Guerra del Pacífico. El

racismo hacia el migrante se expresa en la

exclusión del no-nacional, el extranjero, el

transitorio, el que no tiene derechos polí-

ticos ni sociales y cuya función se reduce

a lo económico. El migrante, en su piel y

su precariedad económica, es un no-ciu-

dadano, y esa frontera, esa distinción del

otro en una jerarquía inferior, se expresa

en formas de violencia cotidiana, en ruti-

nas de exclusión.

La problematización del racismo como

parte del proceso de construcción de

nación es sugerente porque alude a la

profundidad cultural y simbólica de esta

ideología. Los profesores Trujillo y Ti-

joux identifican una fic-

ción racista en que la clase

dirigente chilena, en los

albores de la república,

identifica al indígena con

fieras salvajes susceptibles

de transformarse en her-

manos –en iguales- a partir

del mestizaje y la cristiani-

zación. Esta animalización

encuentra un eco hoy en la

racialización/sexualización

de la inmigración negra.

Jorge Pavez traza la confi-

guración de clase y de gé-

nero del racismo en Chile a

partir de escritos históricos

de la elite que identifican a

las mujeres de color con la

prostitución y “las tensio-

nes que genera la presencia

de mujeres afrodescendien-

tes en los actuales mercados

del sexo”. A partir de escri-

tos de Gabriela Mistral, el

autor ilustra el imaginario

de la supremacía mestiza de

la “raza chilena, la ideali-

zación de la mujer chilena

como madre de todos, en

contraste con la mujer negra”. La mujer

afrodescendiente se presenta como una

amenaza –a partir del deseo- a los contra-

tos matrimoniales y, en definitiva, supre-

macía de la mujer y la raza chilena.

Una temática que atraviesa buena parte de

los ensayos es lo que Kimberle Crenshaw

ha conceptualizado como interseccionali-

dad, es decir, la superposición o simulta-

neidad de distintas categorías de subordi-

nación como la clase social o el género.

La raza se materializa como una categoría

que sirve de carrier a una ideología racista

de subordinación, en la medida que se su-

perpone con la precarización laboral o la

sexualización de la mujer.

En las democracias contemporáneas, las

dinámicas de exclusión y discriminación

chocan con las demandas de universalidad

de derechos y tolerancia. La Declaración de

Raza y Diferencias Raciales explicita esos

derechos y principios, que sirven como

base normativa para evaluar nuestras ins-

tituciones. Sorprende que la ley que regula

las migraciones en Chile sea de 1975, dado

que las dinámicas migratorias han cambia-

do radicalmente y que esa normativa se ins-

pira en una lógica de seguridad nacional.

Históricamente, nuestro sistema escolar ha

tendido a reforzar la homogeneidad cultu-

ral, sin promover explícitamente la riqueza

de la pluralidad identitaria y la no-discri-

minación. Tampoco se ha discutido en

profundidad sobre el acceso a seguridad so-

cial y servicios de salud de los inmigrantes.

El potencial de abuso de empleadores o las

policías migrantes en trabajos precarizados,

incluyendo la seguridad de trabajadoras se-

xuales, son algunas de las dimensiones de

política pública discutidas. Una de las di-

mensiones más deficitarias de los migrantes

en Chile es el hacinamiento. A eso se suma

el hecho de que la exclusión racial de mi-

grantes o integrantes de pueblos originarios

pueda expresarse en segregación y guetiza-

ción, que no sólo reproduce las desigual-

dades sino que constituye en sí mismo un

freno a la integración.

El Racismo en Chile identifica un catá-

logo de preguntas claves sobre el racismo

y la convivencia. Por ejemplo, con cierto

optimismo, cabe preguntarse cuáles son

los beneficios y los valores que ha traído

la migración en Chile. En contrapartida,

la crisis migratoria en Europa y la reac-

ción política que ha generado nos mue-

ven a preguntarnos si es posible evitar la

utilización política del odio racista y un

escalamiento de la violencia xenofóbica si

la migración aumenta. Este volumen es

un aporte ineludible para contestar estas

y otras preguntas.

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P.P. / Nº1 2016