INTRODUCCIN
XXVI
I
lumnas
de El
Araucano
la
memoria
del
ministro
de
re
laciones
exteriores,
en
que
se
sienta,
como una
de
las
bases para las
anunciadas
negociaciones
de
paz
con
la
Espaa,
que
Chile
se
niega
a
toda
especie
de concesin
pecuniaria?
No
es
esto
lo
mismo
a
que
aludimos
en
nues
tro
nmero
232,
contrastando
las
injenuas
i
explcitas
declaraciones
de
los
gobiernos
americanos
con
las
reser
vas
i
las
evasiones
del
gabinete
espaol?
A
qu
mas
explicaciones
sobre
una cosa
tan
sabida
i
en
que
todos
estamos
de acuerdo? De los
lectores ele
juicio
sano
i
des
preocupado
no
recelbamos que
nos
achacasen
al
prrafo
segundo
una
aprobacin
tcita
desmentida
en
el
terce-
reconocimiento de
nuestra
independencia
a
cambio
de
estipulaciones
favorables de
comercio,
i
consignndonos
una
parte
de
su
inmensa
deuda,
como
se
anuncia
en
el
extracto
de
carta
que
hemos
insertado
en
otra
parte
de
nuestro
peridico.
Pero
ninguna
de
estas
dos
co
sas
nos
parece que
puede
Espaa
fundarla
en
consideraciones
de
equidad,
i
la
segunda
mucho
menos
que la
primera,
por
mas
que
quisiese
apoyarla
en
el
ejemplo
de la
Bljica.
Las
provincias
ameri
canas,
a
consecuencia
de
la
porfiada
guerra que
mantuvo
en
ellas
la
Espaa largos
aos
despus
de haber
espirado
toda
razonable
esperanza
de
recobrarlas,
han
quedado
por la mayor
parte exhaustas,
sus
cam
pos
talados,
su
poblacin
disminuida,
sus
rentas
gravadas
con
enormes
emprstitos,
i
con
la manutencin de
un
ejrcito
i
un
estado mayor
nu
meroso,
cuya
reforma
no
ha
podido
efectuarse
en unos
estados,
i
en
otros
ha costado sacrificios
injentes.
Despus
de
tantos
daos pecu
niarios
i
fsicos,
despus
de los
daos
morales que ha debido
causar
esta
guerra
desastrosa,
que, por la
naturaleza
de la
contienda,
ha
participado
en
todas
partes
del carcter
de
la
guerra
civil;
con
qu
cara
podr
jiresentarse
la
Espaa
a
vendernos derechos
que
la
hemos
arrancado
con
las
armas,
de
que
estamos
en
pleno
goce
i
ejercicio,
que todas
las
naciones
han
reconocido
mas
o
menos
explcitamente,
i
cjue
se
halla
en
una
completa
impotencia
de
recuperar?
Estamos
se
guros
de
que
todas las
repblicas
americanas
rechazaran
unnime
mente esta
pretensin
insensata.
La obstinacin
de
Espaa
en una
lucha
desesperada
i
sin
objeto,
ha
destruido
todos los
ttulos
en
que
hubiera
podido
apoyar las
concesiones
que
se
propone
exijirnos.
Para
las
ne
gociaciones
de paz,
no
pueden
admitirse
otras
bases
cjue
las
de
reci
procidad
i
comn
inters.
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