INTRODUCCIN
XXXI II
liacion,
que,
mientras
mas
tarda,
menos
provechosa
ha
bia
de
ser
para
la
Pennsula?
La
creencia
relijiosa,
el
idioma,
la
lejislacion,
las
costumbres,
tocio brindaba
a
ella.
Pero
los dos ltimos de
estos
vnculos,
debilitndo
se
cada dia
mas
por
las
innovaciones
que
a
este
respecto
van
hacindose
en
Amrica,
disminuirn
necesariamente
las
ventajas
que
pudieran
prometerse
los
espaoles
de
sus
relaciones
con
pueblos
que
antes
habian
pertenecido
a
una
misma
familia.
Felizmente
el
gabinete
de Madrid
da hoi
en
su
poltica
franca
una
prueba
de
que
se
halla
convencido
ele
esta
verdad;
i
no
solo
renuncia
a
toda
pretensin
respecto
del
reconocimiento,
sino
que
se
halla
decidido,
como
se
colije
de la
exposicin
del
seor
Calatrava,
a
presentar
a
la
nacin
espaola
en
sus
rela
ciones
con
las
antiguas
colonias
en
el
mismo
caso
que
cualquiera
de
las dems
potencias
cjue
se
comunican
con
ellas.
Esta
conducta,
que
remueve
todas las dificulta
des
quo
se
han
opuesto
a
nuestra
paz
i
armona
con
la
Espaa,
i
que
cimentar
inalterablemente
unas
relacio
nes
que
tienen
hasta
vnculos
de sangre,
es
sin
duda
alguna
honrosa
en
alto
grado
al
gobierno
ele
Mara
Cristina.
El
resto
de
la
co'
-^versia
trabada sobre
esta
gran
cuestin
internacional,
en
que
se
hallaba
interesada la
mayor
parte
del
nuevo
mundo,
puede
verso
en
el pre
sente
volumen.
Debo
prevenir
que
el
distinguido
defensor
de la
re
conciliacin
entre
la
madre
i
las
hijas
censuraba
seve
ramente
el
rjimen desptico
en
quo
estas
habian sido
educadas;
pero
aplauda
con
el
mas
sincero
entusiasmo
la
rejeneracion
poltica,
literaria
i
social de la
Espaa
contempornea.
DCHO.
INT.
5*
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