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tución, lo que hace que estas compitan para quedarse con los

recursos que llegan con ese estudiante, al !nanciamiento a

instituciones concretas y su proyecto educativo. Sobre lo que

este proyecto debiera abarcar, no hay acuerdo. Mientras al-

gunos, como Roxana Pey, sostienen que el piso mínimo para

el aseguramiento del !nanciamiento de las universidades

debiera ser contar con docencia, extensión e investigación,

otros, como el Diputado Jaime Bellolio, concuerdan con la

idea de que tiene que haber más exigencia en el sistema en

su conjunto, pero dice: “no creo que sea exigible a toda uni-

versidad ni a todo sistema universitario esta tensión de saber,

hacer y estar en la frontera del pensamiento. Tiene que ser

parte de la diversidad de los proyectos educativos y docentes”,

re!riéndose a la posibilidad de !nanciamiento para planteles

sólo docentes o que no hagan investigación.

Pero según Pey, incluso los términos oferta y demanda de-

berían quedar obsoletos, ya que “ambos son conceptos de

mercado”. A su juicio, mantener el voucher (que es el tipo de

!nanciamiento actual, que se preocupa de cubrir el arancel

de los estudiantes y no de fortalecer las instituciones por su

misión pública), “introduce una cantidad de vicios. Es el ins-

trumento que sostiene el actual modelo. En el voucher está

sentado el actual modelo, que es un modelo de mercado, en-

tonces crea, con el voucher, el poder adquisitivo de un consu-

midor y con eso se construye todo el mercado”.

En la misma línea, Águila va a lo estructural y asegura que

si la transformación del sistema “no se hace con un claro

fortalecimiento de la educación pública del Estado, eso

puede terminar consolidando un sistema que hoy está alta-

mente privatizado”.

Tercero, de escasear los recursos para !nanciar la gratuidad

universal, las remesas extras deberían salir de los dineros

que maneja el mismo Estado. A juicio de Iván Páez, “lo que

puede haber detrás [de las declaraciones sobre búsqueda de

!nanciamiento alternativo] es un intento por buscar ciertas

excusas más bien técnicas para no ir al tema de fondo, que es

más bien político. ¿Entendemos la educación como un de-

recho social, sí o no? Eso descarta cualquier posibilidad de

buscar otras fórmulas alternativas. Si mantenemos el princi-

pio, tenemos que buscar otras fórmulas en relación a la recu-

peración de recursos por parte del Estado”.

Con esta idea también concuerda la Diputada PC y Presi-

denta de la Comisión de Educación de la Cámara de Dipu-

tados, Camila Vallejo, “si es que llegasen a faltar los recursos

creo que es momento de que pongamos ojo en la cantidad

de recursos que se entregan a las fuerzas armadas, el royalty

o los recursos naturales. Si queremos cargar a los más ricos

en este país tenemos que discutir impuestos a las empresas o

royalty o el 10% a las Fuerzas Armadas, por ejemplo. Eso no

es iniciativa de los parlamentarios. Ése es el problema. Si yo

pudiera presentarlo y lo pudiera aprobar lo haría, pero esas

son iniciativas exclusivas del Ejecutivo”.

Finalmente, está el tema de la retribución social. Entender la

gratuidad como un derecho implica también aceptar que los

dineros públicos se vayan a educación y no a otras áreas de

desarrollo también prioritario, como salud o vivienda. Al res-

pecto, Alberto Mayol señala que el !nanciamiento estatal de

la educación debería ir aparejado de una suerte de compro-

miso ciudadano de parte de los estudiantes con el país. Con

una especie de proceso civil, en el que los egresados tendrían

que trabajar en las instituciones públicas por una cantidad

determinada de tiempo después de su titulación, “se constru-

ye el concepto de que tengo que devolver al país, de un modo

no monetario, en una relación de ciudadano, el aporte que

ha hecho por mi formación, y lo hago también en el terreno

del conocimiento, de la formación, del aporte a la sociedad.

Establece un tipo de relación que es distinto”.

“Me preocupa que una política de gratuidad que no tenga o no vaya

acompañada de un fortalecimiento de las universidades estatales, lo que

puede terminar haciendo es generar una gran transferencia de recursos

públicos hacia las universidades privadas, que, no nos olvidemos, hoy cubren

el 80% de la matrícula de educación superior”, asegura Ernesto Águila.

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