El Paracaidas - N°3 2014 - page 14

No es un gran avance, pero sienta un
precedente legal para la investigación.
Entre 2006 y 2012 existió oficialmente
una guerra entre el Estado Mexicano
y los carteles de la droga. Esa guerra
estuvo enrarecida por el alto poder de
fuego que mostraron dichas bandas y la
capacidad de corromper a organismos
del Estado, entre ellos al Ejército (por
esa razón a Beltrán Leiva lo mató la
Marina). Hacia el 2010 se supo lo que
se sospechaba desde hace un tiempo:
las mafias mexicanas habían sido fa-
vorecidas por una operación de inteli-
gencia de la DEA (Drug Enforcement
Administration) llamada “rápido y fu-
rioso” que “infiltró” armamento nortea-
mericano en los carteles mexicanos con
el fin de ubicarlos. Los resultados son
conocidos, por alguna razón la opera-
ción de inteligencia se les “salió de las
manos” y toneladas de armamento de
guerra llegaron a las manos de decenas
de bandas de delincuencia organizada
en México. El resultado de esta “guerra
encubierta” es desastroso. Se calcula,
sin total certeza, que los muertos en la
“guerra contra el narco” que emprendió
el presidente del período pasado (y que
aún continúa pero con menos intensi-
dad mediática), son más de 100.000 y
los desaparecidos son más de 20.000.
La cifra continúa creciendo.
“ESTAMOS HASTA LA MADRE”
A raíz de la desaparición de Ayot-
zinapa en la sociedad mexicana hay
una sensación de indignación que aún
no llega a la mayoría de la población,
pero que está creciendo. La vanguar-
dia del movimiento está formada por
estudiantes, académicos e intelectua-
les o trabajadores de la cultura (estos
últimos, normalmente no se expresan
activamente en la política y son parte
más bien de una minoría silenciosa).
Por esta razón se ha retomado el di-
cho popular de “Estamos hasta la ma-
dre” que, en su momento, selló en una
carta pública dirigida a la clase política
mexicana el poeta Javier Sicilia, a quién
le secuestraron y mataron dos hijos en
Cuernavaca en 2010. La sociedad pasó
del estupor y la incredulidad de las
primeras dos semanas, a una creciente
indignación y a la movilización masi-
va. Un elemento muy importante es la
movilización que han protagonizado
jóvenes mexicanos o de origen mexica-
no y de otras nacionalidades en Estados
Unidos y Europa para denunciar los he-
chos y exigir justicia.
¿Por qué el caso Ayotzinapa se ha
vuelto “emblemático” si 43 desapare-
cidos son una ínfima fracción frente
a 20.000? Probablemente porque toca
en forma directa y brutal al sector más
golpeado de la sociedad mexicana que
es la educación rural. Grupos impor-
tantes de la sociedad civil, que no par-
ticipan del sistema político mexicano
(básicamente no votan), han tomado
este caso en sus manos por que han
sentido que se ha atacado a ellos mis-
mos. Es sintomático, por ejemplo, que
los estudiantes. El Colegio de Mé-
xico, una institución de posgrados de
alto prestigio en el país y en el mundo,
Hacia el 2010 se supo lo que se sospechaba desde hace un tiempo: las mafias mexicanas
habían sido favorecidas por una operación de inteligencia de la DEA llamada “rápido y furioso”
que “infiltró” armamento norteamericano en los carteles mexicanos con el fin de ubicarlos.
destinada a formar académicos y altos
funcionarios públicos, tradicionalmen-
te motejada de “conservadora”, sus es-
tudiantes y algunos académicos estén
movilizados y en “paro activo”.
Más allá de eso, la mayoría de la po-
blación estudiantil mexicana, que tra-
dicionalmente no se moviliza a los
niveles que lo hace el movimiento es-
tudiantil chileno, se ha visto tocada en
lo más profundo de su ser porque sien-
ten que ellos pueden ser los próximos.
Esto no es un simple supuesto. Algo
que no se ha informado mucho en los
últimos días, es la ola de asesinatos de
estudiantes en manos de policías loca-
les o municipales en otras partes del
país. Tres estudiantes de origen mexi-
cano pero de nacionalidad norteameri-
cana fueron asesinados recientemente
en Tamaulipas. Una semana antes, la
policía municipal de Guanajuato apre-
só a otro estudiante que había ido al
festival cultural Cervantino y que des-
pués apareció muerto con evidencias
de golpes en su cuerpo.
Los principales obstáculos que difi-
cultaron encontrar a los estudiantes
secuestrados provienen de una com-
binación tóxica entre corrupción,
complicidad y venalidad, que la “nar-
co-política” ha elevado a proporciones
siderales. Si se quiere tener un ejemplo
histórico comparable, hay que ver el
caso del estado colombiano que entre
1985 y 1995 se sumió en una guerra
entre el Estado y los carteles de Me-
dellín y Cali, lo que generó una ola de
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