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“Los niños al rincón de la

construcción y las niñas al arte”;

“siéntese como señorita”; “fuerte, con

voz de hombre”; “niños, a armar la

escenografía. Chicas, ¿ayuden a sus

compañeros, por favor?”. Éstas son

sólo algunas de las frases textuales

tomadas de la evaluación docente del

2015. Como estos datos, son varios

los antecedentes que dan cuenta

de que en Chile la educación formal

se asienta en lógicas históricamente

sexistas. Si bien las feministas y

quienes buscan instalar un enfoque

de género han dado una larga

pelea por erradicar el sexismo en la

educación, en el sistema establecido

las experiencias son incipientes y

orientadas a un objetivo claro: evitar

que esta crianza naturalice, tarde o

temprano, la violencia de género.

POR MARÍA JESÚS IBÁÑEZ

Y MANUEL TOLEDO-CAMPOS

E

ste 19 de octubre miles de mujeres salieron a ma-

nifestarse en la marcha “Ni una menos”, convocada

por Argentina a raíz del femicidio de Lucía Pérez,

de 16 años. En Chile, 22 ciudades se sumaron en rechazo

de la violencia machista y sólo en Santiago más de 50 mil

personas se volcaron a las calles con los nombres de las 40

mujeres que han sido asesinadas en lo que va del año. De

eso habló Lorena Astudillo, vocera de la Red Chilena con-

tra la Violencia hacia las Mujeres, en los distintos medios

que le realizaron de manera reiterada una pregunta: “¿qué

falta para que esto deje de suceder?”. La respuesta de Astu-

dillo fue “un cambio cultural que debe partir desde los más

pequeños (…) educación no sexista”.

María Elena Acuña, académica de la Facultad de Ciencias

Sociales de la U. de Chile e investigadora en temas de géne-

ro, es de la misma idea. Acuña sostiene que en este escena-

rio es necesario plantear con realismo el alcance que tiene

un sistema normativo como la escuela en la reproducción

de los sistemas de género. “No creo que nadie que tenga

una hija quiere que ésta emprenda un camino de 50 años

de violencia en su vida, y si eres apoderado de un niño tam-

poco quieres que esa persona se convierta en un violento.

Pienso que hay que plantearlo así de dramático”.

Por otro lado, si bien por lejos son las mujeres quienes su-

fren directamente esta violencia, la académica pone en an-

tecedente que también es un sistema que afecta a aquellos

estudiantes de identidades sexuales disidentes. “También

la pasan sumamente mal y viven mucha violencia en estos

establecimientos que disciplinan un tipo de masculinidad y

un tipo de feminidad”, explica María Elena Acuña.

La investigadora afirma que el primer paso es asumir que

hay un problema en nuestra sociedad “y frente a ello las

instituciones educativas deben contribuir a la solución y no

al acrecentamiento del problema”.

Aquí tres iniciativas escolares que frente a esta misma re-

flexión decidieron avanzar hacia una educación no sexista.

EDUCACIÓN NO SEXISTA: UNA BATALLA

QUE COMIENZA EN EL SISTEMA ESCOLAR

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P.P. / Nº3 2016 / Dossier