Han pasado 41 años desde la muer-
te de Amanda Labarca en 1975 y, a pe-
sar de eso, aún no se puede hablar de
derechos de la mujer y educación en
Chile sin pensar primero en ella, que
irrumpió en la esfera pública a princi-
pios del siglo pasado para quedarse.
Amanda Pinto Sepúlveda rompió con
los esquemas de su época. Progresista y
laica, decidió cambiar de nombre al ca-
sarse con Guillermo Labarca Huberston,
de quien tomó los dos apellidos como
forma de rebelarse ante profundas di-
ferencias que mantenía con su familia.
Incansable feminista, militó en el Partido
Radical, estudió varios años en Estados
Unidos y Francia, y representó a Chile
ante las Naciones Unidas y la Unesco.
Se dedicó a la enseñanza toda su vida,
pasando por varias Escuelas de Niñas
y Liceos de Santiago. Influyó decisiva-
mente en la educación en Chile, primero como profesora y luego
desde cargos gubernamentales como directora general de Educa-
ción Secundaria del Ministerio de Educación.
Su relación con la Universidad de Chile comenzó de forma tem-
prana, cuando a los 16 años entró a estudiar Pedagogía en Cas-
tellano en el Instituto Pedagógico de la Casa de Estudios. En
1922 fue nombrada profesora extraordinaria de la Facultad de
Filosofía y Humanidades, siendo la primera docente del país y
de América Latina en conseguir una cátedra universitaria. Luego
sería nombrada profesora ordinaria y años más tarde asumiría
como representante del Gobierno en el Consejo Universitario.
“Volved a vuestro plácido rincón hogareño repiten los conservado-
res y tradicionalistas. El hogar de hoy, señores, no es el que cono-
cisteis en vuestra juventud. En el actual, la mujer siente que es su
derecho el de escribir en el cuaderno de su vida el poema propio,
el que traduzca sus aspiraciones, el que pueda elevarla, si lo desea,
hasta la conquista del cosmos”,
declaraba en 1970 cuando fue in-
corporada a la Academia de Cien-
cias Sociales, Políticas y Morales.
Desde todas sus trincheras Aman-
da Labarca luchó por los derechos
de la mujer. Fue una de las fun-
dadoras del Círculo de Lectura,
instancia que buscaba impulsar
la educación y el desarrollo de las
mujeres. De allí nacería después el
Consejo Nacional de Mujeres, que
como uno de sus principales logros
introdujo cambios en el Código
Civil que reconocieron los prime-
ros derechos civiles a las mujeres.
Otro de sus intereses fue la ex-
tensión universitaria, la que
desarrolló en la Universidad de
Chile bajo el rectorado de Juve-
nal Hernández como directora
del Departamento de Extensión Cultural. Para ella la misión de
la extensión consistía en “elevar el nivel de cultura ciudadana y
tender un puente de comprensión entre los afanes de los investi-
gadores y sabios y los anhelos de la colectividad”.
Con esto en mente fundó en 1936 las primeras Escuelas de
Temporada (en verano), que en ese momento tuvieron como
objetivo el perfeccionamiento de los conocimientos de aquellos
que no podían seguir el ritmo del progreso de sus profesiones.
Para el segundo año ya se contaba con una versión de invierno
y el número de cursos y de alumnos comenzó a crecer masiva-
mente. A pesar del éxito, Labarca fue criticada debido a que se
decía que mezclaba la extensión cultural con la universitaria, y
que sobrepasaba los límites del Estado. No obstante, las Escuelas
de Temporada continuaron realizándose ininterrumpidamente
hasta 1973, para ser retomadas nuevamente en 2012, mante-
niendo vivo lo que para ella era “la agencia más poderosa de la
extensión universitaria”.
LA CHILE EN LA HISTORIA DE CHILE
Am a n d a L a b a r c a