En cuanto a los presupuestos estatales en educación, és-
tos pasaron de representar menos del 10 por ciento en
1950 a cifras cercanas al 25 por ciento en la década de los
‘80 y desde ahí se han mantenido relativamente estables.
El mismo fenómeno ocurrió en Estados
Unidos: ahí las cifras del gasto en Educa-
ción Superior pasaron del 0,35 por ciento
del PIB en 1950 a 1,3 por ciento tres déca-
das más tarde y, prácticamente, duplicaron
su participación en el presupuesto total de
educación. En Chile, en tanto, en 1972 el
gasto en Educación Superior era de un 1,2
por ciento, pero cayó a 0,3 por ciento en
los ‘90 y hoy ha vuelto a 0,7 por ciento.
Éste es un porcentaje muy bajo respecto de
lo que ocurre en el resto del mundo. Parte
de ese 0,7 por ciento financia el Crédito
con Aval del Estado (CAE).
Un desarrollo tan acelerado como el que
ocurrió en este periodo implicaría una
demanda por el buen uso de los recur-
sos. Eso sucede con fuerza en los ‘70 en
Estados Unidos, por ejemplo. En Euro-
pa, si bien el fenómeno es más acotado,
igual ha estado presente. Ahora hay un
debate sobre si esta agenda desarrolla-
da desde las propias universidades bus-
ca responder a la sociedad o está dirigida más bien
a los propios conflictos internos que comienzan a
aparecer en torno a las tareas de las universidades, la
forma de conducirlas y organizarlas y la generación
de los currículums universitarios.
Producto de esta situación la demanda por recur-
sos se ha ido traspasando crecientemente al mundo
privado. Muchos países que antes descansaban sólo
en recursos públicos están volcándose a incorporar
“Entre 1950 y 2010,
la matrícula en
Educación Superior en Chile se multiplicó
por cien veces. Este incremento
sostenido de la matrícula ha cambiado
completamente el panorama en todo el
mundo, pero con particular fuerza en
América Latina. Estamos enfrentando una
situación realmente inédita, una situación
de cambio evolutivo en el sistema de
Educación Superior mundial como nunca
se había experimentado”.
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P.P. / Nº1 2016 / Dossier