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recursos privados, como demuestran ejemplos en

Europa y Estados Unidos, donde ha aumentado la

presión por fortalecer vínculos público-privados. En

suma, la estrategia parece apuntar a una combina-

ción de recursos públicos y privados para el desarro-

llo de la Educación Superior.

Los países nórdicos se han abstraído de esta tenden-

cia. Son países relativamente envejecidos, pequeños

y con elevadas tasas medias de impuestos personales.

Pocas naciones combinan estos tres factores.

La demanda por más recursos

Ahora, hay dos fenómenos que han estado gene-

rando esta presión por recursos adicionales: el más

evidente es la masificación de la Educación Supe-

rior. Entre 1950 y 2000, en España la matrícula se

ha multiplicado por 29 veces; en Portugal, por 19

veces; en Finlandia, 16 veces; en Reino Unido, 16

veces; en Austria, por 13 veces; en Estados Unidos,

que tenía una de las tasas más altas, se ha multiplica-

do por siete veces. En Chile, en ese mismo periodo,

se multiplicó por 50 veces y entre los años 2000 y

2010 se multiplicó por dos veces más. O sea, entre

1950 y 2010 la matrícula en Educación Superior en

Chile se multiplicó por cien veces. Este incremen-

to sostenido de la matrícula ha cambiado comple-

tamente el panorama en todo el mundo, pero con

particular fuerza en América Latina.

Entonces, estamos enfrentando una situación real-

mente inédita, una situación de cambio evolutivo

en el sistema de Educación Superior mundial como

nunca se había experimentado.

Chile tiene una particularidad, que hoy es parte del

debate: un 84 por ciento de la oferta es de carácter

privado. Pocos países en el mundo tienen esta es-

tructura. En nuestra región sólo El Salvador y Be-

lice comparten esta característica. En la mayoría de

América Latina predominan las universidades esta-

tales, donde Argentina es tal vez el caso más cercano.

¿Qué hay detrás de esto? La respuesta simple es el

aumento de la cobertura, pero también hay una

definición del Estado que se generó sin mayor re-

flexión. Esto se relaciona con el gasto público en

Educación Superior, que primero descendió y lue-

go ha ido aumentando lentamente en los últimos

años. Esta decisión supuso poner el foco de los re-

cursos públicos en los niveles anteriores a la Educa-

ción Superior. Esta estrategia ahora es cuestionada,

pero si uno mira en perspectiva, fue una buena

decisión. La educación escolar contaba con pocos

recursos y las tasas de cobertura, sobre todo en la

Educación Secundaria, eran incipientes. Eso hizo

crecer enormemente al sector privado: la ausencia

de inversión del Estado en la Educación Superior

pública y la decisión de privilegiar otros niveles es-

colares. Además, hay que reconocer que varias de

las universidades tradicionales eran en ese enton-

ces y siguen siendo muy selectivas. Por ejemplo,

las universidades del Cruch tienen en promedio

12.300 estudiantes en sus aulas. Esa es una deci-

sión de las universidades, pero también del diseño

del sistema de financiamiento.

El segundo fenómeno que empuja la demanda por

recursos en Educación Superior es la investigación

y desarrollo. Los países de la OCDE invierten en

la actualidad un 2,4 por ciento del PIB en investi-

gación y desarrollo; Chile, un 0,39 por ciento. La

misma cifra del año 2000, cuando el ex Presidente

Ricardo Lagos prometió duplicar al año 2010 los

recursos en investigación y desarrollo. Hace 40 años

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Dossier / Nº1 2016 / P.P.