Table of Contents Table of Contents
Previous Page  66 / 68 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 66 / 68 Next Page
Page Background

que dicen los ranking o las propuestas del acuerdo

europeo. Muchas veces incluso se salta la más ele-

mental lógica y se aboga por una privatización de

las universidades porque las mejores universidades

del mundo son privadas; o se rechaza toda partici-

pación de la comunidad universitaria en la elección

de autoridades señalando que aquellas buenas mun-

dialmente no tienen esas prácticas, sin reparar en

que no hay ninguna relación causal en ello y que

también hay malas universidades que son privadas y

no eligen autoridades. Se busca la adecuación a fina-

lidades que ni siquiera se han discutido y se perfec-

cionan esas medidas de productividad universitaria

bajo la amenaza de caer en los ranking, sin conside-

rar las condiciones de la región ni los objetivos que

se proponen.

No es que una universidad en América Latina deje de

ser una universidad para transformarse en otra cosa,

sino que esa universidad se piense en América Latina,

en su contexto y en sus proyectos. A veces incluso pa-

rece conveniente recordar que en América Latina no

hubo Edad Media, ni tampoco es una gran potencia

que constituya un poderoso imán de atracción para la

fuga de cerebros de todos los continentes, ni están aquí

los países con mejor distribución del ingreso, ni consti-

tuye el centro del diálogo de intelectuales, científicos y

artistas. Eso no libera a la universidad latinoamericana

de la obligación de tratar de ser la mejor, pero en sus

sociedades, con sus problemas y sus proyectos.

Me reconozco ignorante y sé que eso no es ningún

mérito, pero, más allá de los estudios históricos so-

bre las universidades de la región, no encuentro en la

actualidad una preocupación por definir qué es una

universidad en América Latina y para qué queremos

esa universidad. Y naturalmente estoy hablando de

universidades públicas, las que son de todos, las que

responden a un proyecto social nacional, de lo cual

las privadas están privadas, cualesquiera que sean sus

nobles o mezquinos propósitos.

En América Latina tenemos ya una larga historia de

experiencias universitarias y, más que la irrupción

de las instituciones privadas, lo que más sorprende

es que las universidades públicas hayan sobrevivido

y no sólo sobrevivido. Esta sobrevivencia de las uni-

versidades públicas en la región no es sólo mérito de

las propias universidades, es sobre todo mérito de

las sociedades en que ellas se insertan, de sus fuerzas

sociales y de su acción política. Las sociedades de

América Latina son sociedades de América Latina y

las universidades de América Latina son universida-

des de América Latina. Eso no es ningún descubri-

miento, pero no siempre el ser en sí se transforma en

ser para sí y pareciera que a veces América Latina no

tiene conciencia de serlo.

Para tener voluntad hay que empezar por tener

conciencia. Es lo que permite dejar de ser decidi-

dos por otros para, a partir de la propia identidad,

decidir sus proyectos. Las universidades no son ni

pueden ser ajenas a sus sociedades. ¿Qué quiere y

puede hacer la universidad por su sociedad? ¿Qué

quiere y puede hacer la sociedad por su universi-

dad? Cualquiera podría seguir imaginando pre-

guntas que apuntaran a establecer lo que serían los

objetivos de nuestra universidad y, a partir de ahí,

diseñar los mecanismos que nos parezcan adecua-

dos. Eso tiene que ver con la voluntad. No se trata

de creerse marciano y no tener nada que ver con

esta globalizada Tierra, se trata de tener identidad

y desde ahí entrar en ella.

La universidad no es el lugar privilegiado de la vo-

luntad, sino el lugar privilegiado de la razón, pero

la razón sin voluntad no tiene dirección posible, no

tiene objetivo y se disuelve en el aire. La universidad

en América Latina necesita autonomía, entendido

esto en su significación más estricta, porque autono-

mía significa facultad para dictar sus normas, para

establecer soberanamente las pautas de acción que

corresponden a su propia definición de valores y

principios. Tal vez los valores y normas que las uni-

versidades latinoamericanas definan como propios

sean los mismos que proclaman los ranking interna-

cionales y las declaraciones de las universidades de

países hegemónicos. Tal vez no.

“No encuentro en la actualidad una preocupación por definir qué es

una universidad en América Latina y para qué queremos esa universidad. Y

naturalmente estoy hablando de universidades públicas, las que son de todos,

las que responden a un proyecto social nacional, de lo cual las privadas están

privadas, cualesquiera que sean sus nobles o mezquinos propósitos”.

P.64

P.P. / Nº1 2016 / Dossier