alta demanda: salud, tecnologías de la información y
negocios. En general, tienen una matrícula y arance-
les mucho más altos que las universidades públicas.
En este contexto, las instituciones de Educación
Superior privadas tienen objetivos específicos para
maximizar sus resultados. Tienen demandas, estruc-
turas y responsabilidades distintas en relación con
las instituciones estatales. Por ello, cuando el Estado
fomenta la matrícula en las universidades privadas
está invirtiendo en un proyecto educacional diferen-
te al que se fomentaría si decide invertir en univer-
sidades estatales. Es decir, la inyección de capital no
da los mismos resultados educacionales si se invierte
en una institución privada o en una estatal.
Por ejemplo, cuando se permitieron las univer-
sidades con fines de lucro en Estados Unidos se
prometía una revolución en la Educación Superior,
pero no se ha cumplido. Hay bajos niveles en el
término de las carreras, alto endeudamiento y poco
emprendimiento, cuando se suponía que la com-
petencia favorecería la innovación. El argumento
central para estos resultados es el fin de lucro. La
distinción práctica entre universidades públicas y
privadas es el lucro. Esto también es un desafío
para las instituciones privadas sin fines de lucro
que quieren competir en el mercado. Las universi-
dades con fines de lucro quieren aumentar la ma-
trícula, la ganancia y el retorno, presionando a las
instituciones educacionales sin fines de lucro que
no buscan esos objetivos para tener éxito en el sis-
tema de Educación Superior.
Las ideologías y las fuerzas del mercado ahora son tan
poderosas que llegaron a dominar la cultura política en
general y emergen en el sector de la sociedad civil pre-
ocupada por la educación. Estas políticas de mercado
van modelando el currículum, el tipo de investigación
y de conocimiento que se produce en las universidades.
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P.P. / Nº1 2016 / Dossier