hecho que TVN se
diferencie muy poco
de los otros canales
del mercado. Sus se-
ñales regionales, la
señal internacional y
algunas horas de pro-
gramación cultural
son esfuerzos financie-
ros importantes que realiza TVN y cargas
que sus competidores no tienen. Pero el
esquema de financiamiento a través de la
publicidad, que exige grandes volúmenes
de rating, ha impedido que la señal estatal
cumpla con su rol de canal público, que
implica, por ejemplo, atender a las audien-
cias que el mercado tiene abandonadas,
como los niños.
Las preguntas esenciales en este debate
son ¿necesitamos un canal público? ¿Que-
remos asegurarnos de que haya un medio
masivo que no dependa de un grupo eco-
nómico, que atienda a los grupos más vul-
nerables de la sociedad, que asegure para
los públicos más inquietos pero sin acceso
al cable, buena programación, que enfa-
tice lo chileno, que recorra nuestra histo-
ria en distintos formatos, que mantenga
nuestro idioma?
Y la segunda pregunta es ¿cómo garan-
tizar que un canal sea realmente un me-
dio público?
Es fundamental su independencia del go-
bierno de turno, del poder político y del
mercado. Hay decenas de medidas que
podrían tomarse para garantizar la inde-
pendencia de TVN más allá de quien pa-
gue sus cuentas. Hoy las pagan los avisa-
dores, que también han tratado de influir
con sus presiones.
“La televisión pública
es un
atributo diferenciador, no una
limitante. Los Indicadores de
Desarrollo Mediático de la UNESCO
reflejan la relevancia de que
existan medios públicos, privados
y comunitarios, ya que son uno
de los pilares de la convivencia
democrática. Un canal público crea
sentido de nación, democratiza el
acceso a contenidos de calidad y
se preocupa de la ciudadanía que el
mercado deja de lado: niños, adultos
mayores y minorías, entre otros”.
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P.P. / Nº1 2016