de carácter social y económico, todas ellas
vinculadas de alguna forma con el aisla-
miento y la escasa preocupación del gobier-
no central por dicho territorio.
Para la académica de la Facultad de Arqui-
tectura y Urbanismo e investigadora en
ecología política de la Universidad de Chile, Beatriz Bustos, es
claro que estos últimos acontecimientos ocurridos en Chiloé
evidencian “un fracaso de los modelos de desarrollo regional,
porque en el fondo lo que no se ve es que haya un modelo de
desarrollo propiamente tal, sino que un modelo de crecimiento,
de explotación de recursos naturales”, cuya historia comienza a
escribirse en la década de los ‘70.
Salmoneras: la historia de un cambio
La instalación de la industria salmonera en Chiloé fue un pro-
yecto que involucró al Estado -a partir de la Corporación de
Fomento a la Producción- y a la empresa privada, convocada
para realizar acuicultura en la isla. La alianza buscaba dar salida
a una crisis económica que se extendió durante las dos décadas
previas, a causa de -entre otras cosas-, los estragos que había
dejado el terremoto de 1960.
En primera instancia se introdujeron huevos de las especies que
se querían integrar “naturalmente” al ecosistema, pero después
del golpe de Estado comenzó a implementarse el sistema de
concesiones a las empresas, cuyos productos comenzaron a ex-
portarse en 1978. El apogeo de esta modalidad que incentivó la
producción de productos marinos fue en la segunda mitad de
la década siguiente, donde el trabajo se enfocó en el cultivo de
salmones y posteriormente se complementó con el de mitílidos,
es decir, moluscos bivalvos como los mejillones y los choros.
De ahí que la isla se integró al llamado “milagro económico”
que devino de la exitosa etapa de exportaciones basada en pro-
ductos no tradicionales de la década los ‘80.
Pero no sólo eso. Como plantean diversos autores en el libro
“Revolución salmonera. Paradojas y transformaciones territo-
riales en Chiloé”, en la isla se revelan “dos caras del modelo
neoliberal y su precariedad, con la volatilidad en el empleo, los
riesgos fitosanitarios, demandas por nuevas inversiones públicas
y la pérdida y mercantilización de la vida tradicional”. Todo
esto, debido a la enorme velocidad con que tuvieron que imple-
mentarse los cambios, que impactaron enormemente la vida de
los habitantes de la zona.
Como explica la profesora Bustos, la llegada de la industria sal-
monera requirió mucha mano de obra, porque “había que cons-
truirlo todo”, lo que transformó a esta industria en un foco muy
interesante de empleo y que sin duda ayudó a la zona a salir de
la crisis económica, pero uno que “cambió las tradiciones, por-
que lo que los salmoneros empiezan a exigir es la proletarización
de la mano de obra, con empleos de lunes a viernes -incluso
sábado y domingo-; de nueve a seis o hasta en turnos en las
noches. No era la tradición chilota, que consistía en trabajar un
día aquí y otro allá, ir a ayudar al vecino y trabajar en función de
trueque e intercambios; la economía solidaria que había antes”.
Para la académica de la FAU el beneficio de este cambio es que
trajo ingresos regulares y permanentes a las familias, pero el
impacto negativo es que afectó la capacidad de la comunidad
de satisfacer sus necesidades económicas y sociales a través de
políticas solidarias. Además, el académico del programa de in-
vestigación Análisis Territorial Local Aplicado y Sustentabilidad
(Atlas) de la Universidad de Los Lagos, Zamir Bugueño, agrega
que una de las consecuencias de este proceso es que “se perdió
la agricultura de pequeña escala, por lo que mucho suelo que se
dejó de cultivar luego ya de 20 años deja de ser fértil”.
Daniel Pantoja, presidente de la Unión Comunal de las Jun-
tas de Vecinos Rurales de Ancud y presidente de la Federación
Provincial de Uniones Comunales de Chiloé –que incluye a las
localidades de Ancud, Quemchi, Dalcahue, Castro, Puqueldón,
Queilen y Quellón-, vivió en persona este cambio y hoy recuer-
da cómo fue que aquella “geografía especial y cultura única de
la isla” se vieron socavadas debido a la “agresiva penetración de
la cultura externa” a fines de los años ‘80.
Las salmoneras, dice Pantoja, “vinieron a cambiar el modo de
relación que tenía el habitante del borde costero, que vive tanto
Las salmoneras, dice Daniel Pantoja
, presidente de la Unión
Comunal de las Juntas de Vecinos Rurales de Ancud, “llegaron
modificando el modo de relación que tenía el habitante del borde
costero, que vive tanto del mar como de la tierra” (…) necesitaban
mucha mano de obra, sacaron a mucha gente de su hábitat natural y
se los proletarizó, y ahí comenzó un proceso de abandono de su propia
cultura, un proceso de deterioro de lo que es la cultura chilota”.
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Nº1 2016 / P.P.