El 1 de mayo estalló el conflicto en la Isla Grande de Chiloé. Imágenes televisi-
vas de barricadas, protestas y el bloqueo de los principales accesos al archipiélago
mostraban al país una crisis que por semanas habían sufrido los habitantes de la
isla: una floración de marea roja iniciada a mediados de febrero, oscilante y ya en
retirada a principios de abril, había retomado su fuerza, alcanzando por primera
vez el norte de Chiloé e impidiendo el trabajo de miles de pescadores artesanales.
No era sólo el fenómeno natural y sus consecuencias puntuales lo que había des-
pertado el enojo de los habitantes de la isla. A principios de mayo éstos conocieron
la noticia de que el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) y la
Armada habían permitido a un grupo de empresas el vertimiento de poco más de
4 mil 500 toneladas de salmones muertos, a 140 kilómetros de las costas chilotas.
Ese hecho, ocurrido entre el 12 y el 25 marzo, fue interpretado por la población
como un acuerdo irregular –entre las autoridades y las salmoneras– y detonante
del fenómeno de marea roja por toda la isla.
Dieciocho días se mantuvieron las movilizaciones. Justo García, acuicultor de la
zona de Ancud, fue uno de los dirigentes que se plegó de lleno a las protestas.
“De los 30 años que llevo en Chiloé, ésta es la primera vez que vivo la marea roja.
Estoy complicadísimo. Algo de ahorros quedaron, clientes que todavía estaban en
proceso de pago, con eso he logrado financiar estos dos meses, pero para los que
vienen se ve muy difícil el horizonte”, afirma.
Según explica el Dr. Benjamín Suárez, director del Laborato-
rio de Toxinas Marinas (Labtox) del Instituto de Ciencias Bio-
médicas de la Facultad de Medicina, la segunda fase de marea
roja, iniciada a fines de abril, se desarrolló en muy pocos días
y “afectó a zonas que jamás habían visto este fenómeno. En el
norte de la isla de Chiloé y en su interior se llegó a toxicida-
des peligrosísimas, del orden de diez mil microgramos en unas
almejas en la zona de Quemchi, que es una zona de mucha
producción. Si usted se comía dos de ellas no la alcanzábamos
a atender”, advierte.
Una pregunta razonable pobló el debate mediático por esos
días: ¿Se podía decir que este fenómeno había tenido relación
con los miles de salmones muertos vertidos al mar? Suárez es
enfático en explicar que no existe evidencia alguna. “No hay
estudios, ni antes, ni durante, ni después”, advierte.
Más allá de la polémica puntal de los vertimientos y de la ma-
rea roja, las movilizaciones de los chilotes y sus consiguientes
demandas se multiplicaron a partir de ese 1 de mayo, suman-
do otras exigencias relacionadas con antiguas reivindicaciones
La segunda fase de marea roja
se desarrolló en muy pocos días y
“afectó a zonas que jamás habían visto
este fenómeno. En el norte de la isla
de Chiloé y en su interior se llegó a
toxicidades peligrosísimas, del orden de
diez mil microgramos en unas almejas
en la zona de Quemchi, que es una
zona de mucha producción. Si usted se
comía dos de ellas no la alcanzábamos
a atender”, advierte Benjamín Suárez,
director del Laboratorio de Toxinas
Marinas del Instituto de Ciencias
Biomédicas de la Facultad de Medicina.
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P.P. / Nº1 2016