ñoles, ingleses o norteamericanos; ésta es una lección del pasado que
las Metrópolis y las Periferias no deben olvidar.
Mientras
el
consenso nacional eñtre los actores de la política lati–
noamericana continúe en su punto muerto, se agudizarán políticas
exteriores de seguimiento y aceptación, más que de independencia e
innovación. En esa misma medida, al postergarse la posibilidad del
consenso, América Latina irá disminuyendo su atractivo como even–
tual aliado del Tercer Mundo. También irá facilitando
el
renacer de
una "idea imperial" que incluso para los norteamericanos aparece poco
rentable.
Si América Latina abandona su papel de posible promotor y me–
diador en el Diálogo Norte_Sur como clase media internacional, se
transformará en un continente orientado hada la mantención del
statu quo más que a su innovación. Si ello ocurriera perdería la posi_
bilidad de rejuvenecer su presencia en
el
mundo y reidentificarse
consigo misma, en un diálogo entre iguales con el Tercer Mundo y
en un trato maduro con las Metrópolis del presente y del porvenir.
La lección del pasado es que
el
poder tiene límites para el Imperio
y para sus países Satélites.
Hoy como ayer la fortuna y el poder son escasos, inestables e
inconstantes. En el mañana, el continente tiene en sus manos una
mayor cuota de fortuna y poder que en su pasado; lo importante es
no retornar al pasado, sino que convertirlo en fuerza de innovación
para el futuro de las relaciones internacionales de América Latina.
Sólo así la posibilidad del retorno al idealismo imperial puede desa–
parecer del horizonte de la región.
4) El Debate Sobre los Derechos Humanos:
¿El renacer del idealismo o de
ht
idea Imperial?
La "crisis del espíritu" que señalamos en un comienzo es la fuente
de una mayor preocupación por los Derechos Humanos. Así como nadie
deja de venerar a su patria, Dios o su madre, así los Derechos Hu–
manos tienen un llamado que trasciende las naciones, religiones y
otro tipo de divisiones entre los hombres. Como respuesta a la "crisis
espiritual" de occidente, estos ideales aparecen como la mejor opción
frente a un mundo caracterizado por el materialismo y barbarismo.
Para los americanos, como vimos, esta tradición no nace con Jimmy
Cartero Al igual que B. Franklin, él representa el espíritu del neo–
capitalismo y sus crisis en los umbrales del siglo XXI. Las dudas de
Carter son semejantes a las de John Adams, cuando veía que su
nación podía convertirse en un "dictador del mundo" como fruto de
su crisis espiritual y de su incapacidad para vincularse a otros países
de acuerdo a sus valores más preciados.
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