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po auténtico: recién cuando la idea común del grupo tiene una faz dando
la capacidad de interpelarse y con ello unirse contra otros nace un grupo
auténtico, independientemente del número y la composición.
Pensemos en ejemplos cotidianos. En un choque de automóviles se for-
man espontáneamente grupos que toman partido (curiosos, ayudadores,
etc.). Viktor von Weizsäcker describe en “Casos y Problemas”: “Cuando
hoy temprano estaba en el tranvía presencié una escena que se experi-
menta con frecuencia. Puede describírsela con la frase ‘Un hombre desea
entrar al vehículo’. El que está delante de la puerta se niega. Se forman
entre los presentes dos grupos: unos piensan que hay suficiente espacio en
el interior, otros que tal no es el caso. Hay disputa generalizada. Pero hay
un tercer grupo que displicentemente calla pero escucha. En su interior
participan todos”.
Para el grupo es fundamental el “entenderse” mutuamente de sus miem-
bros, ya sea en forma subjetiva en el saber y querer comunes u objetiva-
mente en la realización espontánea de trabajo, costumbre o rito. Que este
comprender no necesariamente se presenta racional y consciente lo ha
mostrado en especial el psicoanálisis en su forma “terapia de grupo”
84
.
Todas las características tratadas de la bipersonalidad son también distin-
tivas de la relación personal multidimensional de un grupo. El grupo no
puede formarse por órdenes sino que se genera espontánea y libremente.
84 Para el desarrollo del método se partió de la suposición de que las acciones de un miembro
son permanentemente moduladas por la percepción que el individuo tiene de la postura del
grupo hacia él. Dentro del grupo esta capacidad de empatizar del individuo con relación a
la postura de los demás es despertada y promovida. Así se muestra a sus miembros que cada
individuo participa en doble forma en la vida del grupo: una es abierta y consciente; junto
a ella hay otra forma de participación “anónima”, oculta aún para la misma persona. Y esta
conducta anónima del individuo sólo puede tener expresión dentro y a través del grupo,
esto es, en la convivencia diaria de los pacientes. Esta esfera de lo anónimo se denomina
“mentalidad de grupo” (Bion:
Gruppentherapie, International Congress on Mental Health
,
London, 1948). Especialmente digno de mención en este contexto es el así llamado grupo
sin dirección en el cual el terapeuta queda en el trasfondo y la dirección es asumida en for-
ma cambiante por miembros individuales. Los “grupos sociales psiquiátricos” pertenecen a
esta categoría.
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