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Nº 7 mayo 2015 / El Paracaídas

una falla o defección. Los magistrados,

pongamos por caso, durante la dictadu-

ra tuvieron una conducta deplorable y

ahora aparecen como la gran carta de

esperanza, al menos algunos !scales

han dado muestras de profesionalismo

y celo. En casi todas las instituciones,

por lo demás, hay una parte sana, o lo

su!ciente, que puede actuar como cor-

tapisa de la “insana” o corrupta. No es

imposible, entonces, imaginar que una

restauración o enmienda semejante pu-

dieran suceder en el sistema político.

Dicho en términos kantianos: la ética

pública es fruto en mayor medida de

marcos institucionales y legales ade-

cuados. Y la condición de posibilidad

de la virtud individual, es ese Estado

diseñado de tal forma que funcione

incluso para “una raza de demonios”.

Esta respuesta es sorprendente, por-

que desde el punto de vista de la moral,

que predomina en la !losofía práctica

de Kant, podría objetarse que son los

hombres quienes hacen las leyes, no al

revés. La metáfora demoníaca indica,

al parecer, que Kant advirtió esa di-

!cultad y pensó en leyes draconianas

que establecieran las penas del in!er-

no, de otro modo no se enderezarían

las costumbres ni se formaría una so-

ciedad digna y honrada.

Habría una tercera alternativa, que

supone que es preciso rehacerlo todo.

Se suele expresar como un deseo:

“Que se vayan todos”. Pero no se trata

solo de las personas; si es preciso un

nuevo comienzo, éste ha de consistir

en recurrir al constituyente o, como

diría Carl Schmitt, a la decisión, al

!at

inicial o acto de voluntad cons-

tituyente. Aunque el sistema se haya

deslegitimado, no es posible hacer

como si no existiese.

En el caso nuestro, es fácil convenir

que la demolición de la con!anza pú-

vida política. Pero la debilidad de lo

público también puede ser resultado

de la destrucción de lo público: es lo

que ha ocurrido ahora, aunque venía

siendo denunciado desde hace tiempo.

La primera respuesta, la que enfatiza

la autoridad y que llamamos para sim-

pli!car, alternativa portaliana, resul-

ta contradictoria, porque recurre a lo

mismo que se trata de restablecer. Pero

la propuesta de salida institucional o

alternativa Bello, también se mueve en

círculo, porque la violación de las leyes

cuando viene de los mismos que las

dictan, deslegitima la autoridad.

Suponer que una renovación de la ética

pública va a surgir de las mismas ins-

tituciones deslegitimadas, parece inge-

nuo. Sin embargo, podría aducirse que

no hay una imposibilidad de principio

y es dable esperar que se produzca al

interior de una institución una revisión

y enmienda, precisamente a raíz de

Foto: Archivo Dirección de Comunicaciones