Background Image
Table of Contents Table of Contents
Previous Page  38 / 44 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 38 / 44 Next Page
Page Background

Con la perspectiva que da el tiempo, la destrucción de

la Universidad pública aparece como la fase previa,

preparatoria del ataque privatizador: el lucro se impuso

entre nosotros a punta de bayoneta.

36

blica no ha venido de súbito a raíz de

los casos judiciales más recientes: és-

tos solo pusieron al descubierto algo

que permanecía casi oculto. En este

sentido, el nuevo escenario represen-

ta la maduración o desarrollo de una

situación preexistente.

No vamos a descubrir ahora que la

corrupción prosperaba en Chile. Si se

hubiera privatizado Codelco, ¿no riva-

lizaría con SQM en el !nanciamiento

de la política? ¿Se tienen que quemar

los parques nacionales y las reservas de

bosque nativo para caer en la cuenta

del descuido en que se ha dejado el pa-

trimonio público? ¿Son necesarios los

aluviones y los incendios para descu-

brir que es preciso construir ciudades,

no levantar poblados donde a cada ve-

cino se le antoje? ¿Vamos a descubrir

ahora el debilitamiento y la destruc-

ción de lo público, cuando la política

gira desde hace años en torno a la edu-

cación pública y la salud? Los dé!cits

de políticas públicas en todas esas mate-

rias son expresión de la carencia de ética

pública, es decir, de leyes adecuadas y de

la capacidad y deseo de hacerlas cum-

plir. Autorizar la reelección inde!nida,

por ejemplo, es más fácil que prohibirla;

más fácil permitir la !esta de los gas-

tos electorales de más de ocho ceros por

cabeza, que regularlos, más fácil !jarse

sueldos y asignaciones millonarias, que

determinarlos de acuerdo al nivel de

ingresos del país. Más fácil establecer

multas irrisorias a las empresas que se

coluden, estafan a sus clientes o defrau-

dar al !sco, que hacer leyes disuasivas.

Las existentes, entran ventajosamente

en el cálculo del costo bene!cio y es-

timulan el delito; en !n, más fácil au-

torizar el paso de los directorios de las

empresas a los ministerios y de éstos a

los directorios, que regularlo.

En estos traslados, permutas, cambios

y enroques, nunca nadie ha dicho: “per-

dón, me inhabilito”, y no va a ocurrir si

nada lo impide.

Legislar como gremio o con criterio

corporativo es una condición de im-

posibilidad de la ética pública y de la

credibilidad. Se minimiza, pues, el pro-

blema si se pretende que es el “!nan-

ciamiento de la política” únicamente lo

que está en liza. No, es una legislación

que ha estimulado la formación de una

trenza entre política y negocio, que ha

consolidado un nexo entre la “clase”

política y la “clase” empresarial. No

deja de ser signi!cativo que la palabra

elite haya caído en desuso, reemplaza-

da por estas otras, que son evidente-

mente inadecuadas.

Permítanme un último ejemplo: con la

perspectiva que da el tiempo, la destruc-

ción de la Universidad pública aparece

como la fase previa, preparatoria del ata-

que privatizador: el lucro se impuso entre

nosotros a punta de bayoneta. La mayor

ironía, y la hipocresía, fue su prohibición

legal: fue como prohibir el consumo de

pollo y dejar al zorro a cargo del galline-

ro. La prohibición era la máscara, la au-

torización el verdadero rostro. Pero abrir

la educación a la inversión privada es una

cosa y dejar que sea el mercado quien de-

cide es otra muy diferente. Esto último

signi!ca extender la lógica mercantil al

conjunto del sistema. El auto!nancia-

miento, al suprimir el aporte directo del

Estado, dejó al mercado en posición he-

gemónica. Ese aporte, se dice, es “injus-

to”, es “un subsidio a los más ricos”. ¿Por

qué duele tanto un subsidio a la educa-

ción? Se subsidia a los bancos, a las AFP,

a las Concesionarias, a las instituciones

de la defensa y desde luego a la “clase”

política. Los teóricos de la privatización

procuran una respuesta menos hipócrita.

Friedrich Hayek, por ejemplo, escribe:

“no cabe mayor peligro para la estabili-

dad política de un país, que la existencia

de un auténtico proletariado intelectual

sin oportunidades para emplear el acer-

vo de sus conocimientos”. Lo cierto es,

que de haberse conjurado a tiempo esa

injusticia, jamás habrían existido univer-

sidades nacionales en nuestro continente.

Si Andrés Bello se hubiera preguntado:

¿Se !nanciará?, jamás habría creado la

Universidad de

Chile.La

pura lógica eco-

nómica no sirve de nada cuando los be-

ne!cios son incalculables. Digámoslo con

franqueza: con la racionalidad económica

sola, nunca se habría creado este país, que

se sostiene básicamente liquidando sus ri-

quezas naturales.Y eso es como procurar-

se el sustento vendiendo la sangre.