salto cualitativo. En los doce años del
kirchnerismo
se
avanzó en infraestructura, pero en los planes y progra-
mas hay muchísimo por hacer. Lo medular es la predo-
minancia de un giro emocional que funciona al modo
de una estética.
La exclusión deseada
Existe una serie, abierta y en constante producción, de
formas de escenificar las rutinas del yo. Una variada
oferta de tácticas de autoconocimiento destinadas a ga-
rantizar el equilibrio y la emocionalidad correcta. Pero
también una exhibición de los cuerpos unida a glorificar
al individuo propietario. Leonor Arfuch escribe en el
libro Pensar este tiempo: “(...) el umbral de la intimi-
dad mediática fue cruzado de modo innovador hace ya
más de una década por el reality show, que introdujo
el protagonismo ‘en vivo’ de los seres comunes, desde
la actuación que pretendía recrear la propia peripecia
ocurrida ‘en la vida real’ baja cámara –difuminando así
la frontera entre testimonio y ficción- (...)”. Es una ma-
nera de acentuar la validez de realidad de las cosas perso-
nales ante la desventura e incertidumbre de lo colectivo.
Es un disciplinamiento de la subjetividad orientado a
concentrar los intereses en la personificación y sus deta-
lles. En suma, una economía de la intimidad que tras-
lada sus operaciones desde el plano personal al político.
Habría un ritmo vital, propio de nuestra época, preo-
cupado de consumir a la mayor brevedad un número
indeterminado de experiencias, unidas a las metáforas
del cambio y la autorrealización que se tornan esquivas
o confrontativas con las prácticas de lo social. Una espe-
cie de ideología de la superficie se instala en la totalidad
del sistema comunicativo y promueve estereotipos de
existencia basados en orientación profesional.
¿Cómo funciona?
En principio tiene un énfasis en todo el registro de
la autoayuda y la pregnancia, que fue tomando en estos
últimos 20 años, de la mano de gurúes. Se trata de la
promesa de manejar las emociones, suplir las carencias y
tener una vida. Hay una cultura empresarial que también
utiliza estas estrategias, a veces con verdaderos filósofos,
para diseñar relaciones. Yo creo que son nuevas formas de
ejercer el biopoder. Y los medios, en la medida que esti-
mulan las pasiones, las emociones y los afectos, hacen del
miedo un denominador común. Hay mecanismos me-
diáticos muy terribles, como la repetición. Eso de reiterar
una escena dramática muchas veces es mostrar muchas
acciones violentas, amplificando su presencia.
¿La repetición no intentaría sugerir que el compor-
tamiento de la sociedad debe ser igual al del Estado.
En todos los casos los ciudadanos deberían actuar
dando prioridad a la represión y el castigo?
Sí. En todo caso, también está la dimensión opues-
ta: la felicidad. El discurso de campaña de Macri es un
ejemplo clarísimo del giro emocional de la política. Fue
una campaña donde no se dijo –absolutamente- nada,
se hicieron falsas promesas que se tiran al aire, pero nada
sustantivo, programático o ideológico. Pensemos en el
mecanismo de identificación de las clases populares vin-
culado con los modelos de éxito empresarial y vida fe-
liz, como una imagen del político actual que cala en las
subjetividades. Así, el propio lugar social no se estima
al estar lejos de un ideal. Todo el mundo se siente clase
media y eso se relaciona con la identificación imaginaria
de ser otro, evitar ser igualado con el pueblo que repre-
senta lo no exitoso.
¿Será que la derecha convirtió su texto ideológico en
un estilo de vida?
Teóricamente hay una invisibilidad de las clases y
una exacerbación de la violencia y las diferencias. Cuan-
do aparecieron los reality shows surgió, de pronto, el
infortunio de ser común, puesto ahí en el candelero, y
estos programas fomentan un tipo de modelo asocial
con protagonistas que vencen por su oportunismo, por
su viveza. ¿Por qué logran tanta audiencia? ¿Te acuerdas
de la “gala de exclusión” en
Gran Hermano
? Ese signifi-
cante es fuertísimo. Dice: ¿a quién se excluye ahora? Es
una forma de separarnos, sobre todo de los indeseables
y ponerlos cada vez más lejos.
“Los medios, en la medida que estimulan las pasiones, las emociones y los afectos,
hacen del
miedo un denominador común. Hay mecanismos mediáticos muy terribles, como la repetición. Eso de reiterar
una escena dramática muchas veces es mostrar muchas acciones violentas, amplificando su presencia”.
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P.P. / Nº3 2016