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“En medio de los vertiginosos procesos de globalización

de los mercados, en el seno de una sociedad altamente mediatizada,

fascinada por la incitación a la visibilidad y por el imperio de las celebridades,

se percibe un desplazamiento de aquella subjetividad

‘interiorizada’ hacia nuevas formas de autoconstrucción”

Paula Sibila, La Intimidad como espectáculo (2009)

Las crisis políticas son momentos de

ruptura entre comunicación y sociedad,

instantes en que la lengua del poder, en-

simismada en su codicia, se vuelve ex-

traña a las demandas cotidianas. Es una

lengua que habita en la comodidad de

lo mediático, donde puede hablar de sí

misma, nadie la interrumpe o cuestiona,

fluye sin accidentes repitiendo las virtu-

des del orden y justificando las violencias

del control. De esta manera el texto de

la realidad, construido en la planicie de

la información, es idéntico a las visiones

establecidas por los especialistas, los con-

sejeros, los informantes y los policías. Sin

embargo, existen narrativas e imaginarios

que circulan transversalmente, buscando

instalar otros significantes de verosímil

antagónico. Leer la heterogeneidad del

discurso social contemporáneo, caracte-

rizar sus giros, ambigüedades, multiplici-

dad y sentido son ejercicios fundamen-

tales para comprender ¿cómo? nuestro

presente vacila entre la vacuidad, la emo-

ción y el deseo de cambio.

Leonor Arfuch, Profesora Titular de la

Facultad de Ciencias Sociales de la Uni-

versidad de Buenos Aires y especialista en

teorías del discurso y crítica cultural, es la

investigadora argentina más incisiva en el

trabajo de traducción cultural y política

de las narratividades actuales marcadas

por la fragmentación y la cronotopía.

“Curiosamente –escribe en su texto

Cro-

notopías de la Intimidad

- nuestra época,

tan atenaceada por el movimiento, la

velocidad, la fluctuación identitaria, la

‘desterritorialización’, por la innovación

sin pausa de las tecnologías de la comu-

nicación y, por ende, las cambiantes for-

mas de estar en el mundo respecto de la

ubicuidad, la conectividad, el registro, la

memoria (...) parece cada vez más con-

vocada por los viejos anclajes cronotópi-

cos” (espacios íntimos, pequeños, intras-

cendentes, unidos a emociones donde la

línea de tiempo estalla para recibir dis-

tintas huellas, imágenes y afectos).

Es un momento de intensos cruces, mé-

todos y lenguajes que buscan ampliar la

interpretación de la realidad y liberarla

de esa continua escena de peligro, inde-

fensión y carencia que se trasmite cada

mañana. Un diálogo sobre estos tópicos

y sus derivas es la entrevista realizada a

Leonor Arfuch.

¿Cuáles podrían ser algunos ejes ex-

plicativos de la relación entre orden y

cultura en el contexto neoliberal?

Yo creo que hay distintos y varios

niveles, sin embargo el contexto neo-

liberal ha subsumido todo. Presta, por

un lado, gran atención a la cultura,

pues están en una batalla cultural que

tiene que ver con los medios y su po-

sesión. Sobre todo el rol de los mismos

en la política, donde tienen cada vez

mayor influencia. ¿Te acuerdas cuando

se decía que era el cuarto poder? Hoy

por hoy es casi el primero. A su vez, a la

cultura se le da un cierto lugar cuando

se articula con lo político, pero el énfa-

sis o el impulso a su desarrollo es y no

es. Leyes de mecenazgo que no se cum-

plen y mercados que definen los pro-

ductos. Asimismo, las culturas están

desmerecidas a pesar de la fuerte pre-

sencia de museos, festivales y bienales,

ya que lo digital genera desventajas.

En todo caso hay un aspecto notorio

en las prácticas simbólicas recientes: lo

biográfico se vincula más con la vio-

lencia y el discurso comunicacional lo

privilegia sin distinciones.

Los medios se apropian de las “bio-

grafías” de las víctimas, las ponen en es-

cena junto con la de los victimarios de

una manera muy parcial, acentuando los

aspectos traumáticos y conflictivos. En-

tonces, el estatuto de la víctima se integra

al espacio biográfico, en la medida que la

violencia de las sociedades contemporá-

neas se expande. Esa forma del testimo-

nio que acompañó nuestras postdictadu-

ras ahora es del orden de lo cotidiano y

además buscado por los medios. Un solo

ejemplo, eso de impulsar la “justicia” por

propia mano resurge con cada gobierno

de derecha que no encuentra otra mane-

ra de atender la cuestión de la violencia,

sino usando más represión. Cuando el

ministro de Hacienda de Argentina tra-

ta de ñoquis a los trabajadores, sólo está

justificando la violencia del Estado.

¿El régimen de la memoria centrado en

la violencia política ahora se ha trasla-

dado a la vida cotidiana?

Sí. Primero decir –teóricamente- que

la memoria es siempre presente y se ar-

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P.P. / Nº3 2016