En un proceso muy derridiano, nos comenzó a interesar todo
lo que estaba al margen de esa producción hegemónica. El
nuevo cine chileno ha logrado consolidarse como un lugar y
una forma de pensar. A pesar de ser escurridizo a la clasifica-
ción, se presenta hoy como un filtro para pensar el pasado y
el futuro del cine chileno.
Al desapegarse de esas exigencias, y en clave ruiziana, podría-
mos decir que el cine chileno actual se resiste a las lógicas
del conflicto central y, al hacerlo, abre la narración a una
multiplicidad que siempre se resiste a una lectura hegemó-
nica unidireccional. Por lo mismo, hablar de los “temas” del
nuevo cine chileno es banal e inútil, porque precisamente eso
interesa menos que la manera en que cada autor se aproxima
a la narración, y las perspectivas que ofrece cada película a
nivel de experiencia cinemática.
Si tuviésemos que atender la relación entre historia y relato,
claramente diríamos que el cine chileno actual está del lado
del relato, del modo en que una historia toma forma a través
de las imágenes. Autor e historia, que antes eran comple-
tamente centrales para vehiculizar ideas y puntos de vista,
hoy son sólo un producto del relato mismo, no preceden a
la experiencia cinemática, sino que se derivan de ella, como
señala Roland Barthes en
El grado cero de la escritura
(Edi-
torial Siglo XXI, 2011). Derivación en la que el espectador
tiene una posición privilegiada y al mismo tiempo, difícil:
no existe un sistema hermenéutico que permita decodificar
el filme hacia una dirección determinada, sino más bien una
confluencia de voces, o como diría Mikhail Bakhtin, una
convivencia de lenguas.
Desde una perspectiva más bien propia, diría que es la con-
sumación de una estética neobarroca en que la multiplicidad
toma protagonismo y se vuelve el objeto del filme, lo que ex-
plica la dificultad de responder a la pregunta ¿cómo es el cine
chileno? ¿De qué temas habla el cine chileno? O incluso, ya
no en términos generales, sino en particular ¿de qué se trata
esa película? ¿Qué me quiere decir el autor? etcétera.
Esta multiplicidad también explica la incomodidad o
la distancia con la que se ha mantenido el público local
respecto a las películas chilenas. Si bien en el extranjero
son aplaudidas, tanto por los espectadores como por la crí-
tica, se trata de un espacio cinéfilo por excelencia. Es un
mercado donde las películas “del mundo” son acogidas y
consumidas, con espacios de circulación establecidos, aun
cuando esté en permanente dinamismo. Existe un merca-
do internacional para el “cine de autor”, una industria con
productores, agentes de venta, distribuidores y exhibidores
que conocen el rubro y saben cómo llegar a esa audiencia.
Desde esta perspectiva, la dificultad para exhibir una pelí-
cula chilena en el mercado nacional es la misma que enfren-
ta una película rumana en Rumania, una película iraní en
Irán y una película tailandesa en Tailandia.
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Nº3 2016 / P.P.