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towns you jog and’round”

(39). La provincia será el

lugar del mito privado, que libere transitoriamente

del miedo y otorgue, de igual forma, una pequeña

dosis de resistencia a la derrota total.

Sitios que no se transitan, sino que se habitan. Sin

embargo, el caminar urbano desde la precariedad y

la fragilidad también significa exponerse a un en-

torno amenazante.

“Fractura”, el primer segmento del libro, acusa re-

cibo de la violencia desde una perspectiva épica.

Por ello el hablante nos aproxima a un estado de

conmoción total que constata la ca-

tástrofe en marcha: “La patria se triza

en mil pedazos/ su columna/ es asti-

lla uniforme” (12). El verso, al modo

de una consigna, toma partido por el

sector más golpeado: “Hijo del lum-

penaje, te oprimen cadenas, / y esa

injusticia no puede seguir” (13). Me

parece fundamental destacar la posi-

ción del hablante lírico, cuya palabra

denunciativa se niega a la injusticia,

impulsa la desobediencia y anuncia la

necesidad de detener la dominación.

Surge así la pregunta por el destinata-

rio de este enunciado ¿a quién le ha-

bla? Claramente al oprimido, sujeto

que no advierte que vive en la injusti-

cia, y que el poeta intenta remecer. De

esta forma, la poesía de Arce asume

la función pedagógica, la voluntad de

remecer conciencias aletargadas, ins-

cribiéndose sin dobleces cínicos o pseudoparódicos

en la tradición de la literatura comprometida.

El segundo segmento de este poemario, titulado

“Llagas”, aborda la muerte con “RABIA / RESIG-

NACIÓN/ DOLOR” (22). La palabra “Resigna-

ción” es enmarcada por la RABIA, que no se aplaca

ni diluye, más bien se reitera, en tanto ocupando un

centro que toma la forma de una consigna terrible

y fatal. Posteriormente el hablante introduce sólo

un dístico en la página: “USO TU PIEL COMO

BANDERA/ Y LA COLOCO A MEDIA ASTA”

(24). La piel del otro, el derrotado, es reconvertida

en el máximo símbolo de la patria en duelo. Este

acto implica refundación y creación de un lugar de

memoria, donde se otorga sentido heroico al caído,

víctima del poder devastador.

Un aspecto distintivo en esta escritura es que aun

en medio de la catástrofe hay sitio para convocar

imágenes de lo sagrado en la realidad diaria, así el

verso dice: “ungida la sangre/ sigue la fiesta” (25),

donde el ritual no es más que un paréntesis, sólo

una interrupción de la fiesta del poder, la fiesta que

sólo ejerce violencia.

La presencia de lo sagrado también se advierte en

el reconocimiento de la gracia en los oficios des-

preciados: “EL OFICIO COMO GRACIA/ EL

OFICIO COMO ZARPAZO” (26). El trabajo es

elevado a un estado de santidad, pero no cualquier

trabajo, se trata del trabajo anónimo, el invisible,

aquel que se aprende en la calle, experiencia que

para Arce es un modo de sobrevivir cercano a una

beatitud siempre amagada, siempre en el límite de

la violencia.

El segmento tres y último del volumen, comienza

con el poema “Costra”, que nos devuelve a la comu-

nidad, al lugar de arraigo, desde donde surge el goce.

Aparece así el barrio, la población, el pasaje, donde

se puede volar, donde se recupera la memoria, los

mitos de infancia, resortes afectivos como el Cóndor

Rojas o la voz radial de Alodia Corral, los cines de

barrio, los tramos de la Gran Avenida, los bloques

de la población La Bandera. La ciudad del arraigo

conforma lo que el hablante denomina “mapa cor-

póreo” (37), un registro de “años de historia en la

epidermis” (ibíd.). Espacio, contexto, tiempo y su-

jeto se unifican; el cuerpo, en este último tramo,

es el mapa y la historia. Por lo mismo, el sujeto se

apropia y carga de sentido biográfico cada uno de los

lugares que habita: “a paso lento se va el dolor/ vaga/

buscando donde incrustarse” (ibid). La cita anterior,

mediante una voz en tercera persona, cuya función

es representar la experiencia de muchos, remite a los

recorridos urbanos como una práctica reparatoria,

que atenúa el dolor del sujeto ante la expulsión que

impone la modernidad a sus marginados.

Marcelo Arce ha elaborado el itinerario de una

derrota, desde un yo que despliega, en principio,

una voz atronadora en su denuncia de la catástrofe

social, para luego deslizarse mediante un verso inti-

mista a la configuración de una autobiografía frag-

mentada, donde la utopía cede lugar a la constata-

ción de una derrota, de una golpiza, que no impide

el pequeño goce del recorrido callejero y la digni-

dad del oficio. Por ello, el constante movimiento de

caída y elevación en estos poemas que busca dejarle

espacio a la utopía, por medio del despliegue del

deseo, de la reapropiación del territorio, de la rabia

y la denuncia, de la fuerza para recoger trazas del

pasado y sostener su voluntad de sobrevivencia.

P.26

P.P. / Nº3 2016